Quiero que desmembremos las cadenas impuestas, que atosigan a esta tierra inconmensurable… a la mejor del mundo, a esta amada “cuna de la libertad”. Quiero un país sin saltos mortales
Quiero que el mapa nacional se trastoque con los colores diversos del atrevimiento y el coraje. No deseo más rostros sombríos por el desencanto, pálidos por las sorpresas de los malandrines del poder, sino se cuente con una bocanada decidida para resolver esa encrucijada diaria que ya no escatima en malignidad y actuar con un plan sin reservas.
Quiero ver estómagos resueltos, con un presupuesto amplio para los gustos, adquiriendo en la diversidad de los anaqueles de la bonanza, todo lo que pueda caber en los carritos del supermercado.
Quiero un saludo amplio en las calles, sin los estigmas de los partidos, ni los complejos de las malas sensaciones. Sólo deseo la hermandad de aquellos años sin divisiones, en los que el color de la piel o la raza eran una caracterización, no una separación social.
Quiero que la gente vuelva a soñar, reír y charlar sobre verdaderos logros; a crear chistes de lo cotidiano y a inaugurar los avances tecnológicos, como lo hicimos siempre, por ser cabecera de Sudamérica. Quiero reír por los triunfos patrios y enlutarme por los decesos de nuestras personalidades ejemplares.
Anhelo los niños robustos, atestados de caprichos y despreocupados de las dificultades. Ver carteles publicitarios atiborrando los periódicos, carentes de noticias abrumadoras y con encartados enormes y membrudos sobre las rebajas trastornadas de los grandes centros comerciales.
Quiero un país sin saltos mortales, dirigido con la mente fresca de los estrategas eficaces. Que el político tenga un compromiso férreo por hacer de esta nación la mejor de las empresas, para distribuir las riquezas con severidad y justicia. Que la pobreza sea una excusa para generar oportunidades y no la burla amarga del engaño. Me cansó la vacilación de este país de excusas y de enfrentamientos sin la verdad en las manos.
Hoy quiero el despertar de un pueblo, armado de su amor por salvar a una Venezuela sacudida por la desolación. Debemos cambiar los titulares internacionales leídos en el todo el planeta, apareciendo la patria de Bolívar como el ejemplo de las ironías, por estar sumida en una desgracia incomprensible, pese a tener una riqueza sin medida en todos sus ámbitos.
No más zombis desesperanzados que arrastran su confusión y sufren sin emitir respuesta. Es la hora de cambiar los abusos por satisfacciones. Quiero que desmembremos las cadenas impuestas, que atosigan a esta tierra inconmensurable… a la mejor del mundo, a esta amada “cuna de la libertad”.