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El triunfo de Donald Trump el pasado 8 de noviembre, se debió, indudablemente, a un conjunto de razones de orden subjetivo. En el estado de la Florida, cuyo voto alteró en buena medida el fiel de la balanza en favor del señor Trump, el dominador común de muchos opinadores, giró en torno a que; primero, grandes masas de la población, estaban hartas de los dos partidos tradicionales en Norteamérica, como lo son los republicanos (conservadores); y los demócratas (liberales); segundo, al discurso populista de un demagogo rencoroso que logró despertar el demonio del resentimiento de la mayoría de la población rural blanca en los Estados Unidos, quienes rechazan la presencia de millones de indocumentados, mayoritariamente latinos y de musulmanes y descendientes afroamericanos, que es como se les llama a los de raza negra. Y por último, como a millones de demócratas no les llenó el proyecto de Hilary Clinton, decidieron no salir a votar.
La opinión de Ramón Mestre, del diario El Nuevo Herald de Miami, resume acertadamente, las razones de lo sin razón: “Millones de blancos que residen en el “cinturón oxidado”, solían respaldar a candidatos demócratas, hasta que Trump le puso nombre y apellido al malestar que sienten estos encolerizados votantes hastiados del Partido Demócrata.
En efecto, el presidente electo les proclamó lo que ya habían constatado: Que el declive económico que afecta a los desolados y a sus hijos, es un producto de los tratados de libre comercio, hordas de extranjeros indeseables y las artimañas de los malvados en Wall Street que causaron la gran recesión mientras sobornaban a Clinton y a otros políticos vendidos a la “élite”. Estos devotos descubrieron en Trump el reflejo conmovedor del hombre fuerte providencial que, al parecer, vive en las entrañas de millones de estadounidenses.
El discurso de Trump les sonó a música agradable a los oídos de los votantes que querían ese cambio que les ofrecía el demagogo, tal como lo hicieron los grandes populistas latinoamericanos como Perón, Velásquez Alvarado, Fujimori del ala derecha y Fidel Castro y Hugo Chávez Frías, del ala izquierda. Continúa señalando Mestre: “y al igual que Fidel Castro y Hugo Chávez en sus primeros tiempos, para los fanáticos de Trump sus errores y defectos son insignificantes”.
En los Estados Unidos ganó la Presidencia el poder blanco conservador, tal como lo escribe Armando González en su artículo escrito en el Nuevo Herald” …en lugar de tolerar cuatro años más de gobierno liberal elitista, los votantes eligieron a un candidato sin historial político con notorias deficiencias de temperamento y carácter”. Veamos lo que traerá el tiempo.