Todos
Saludamos con fe y esperanza la presencia del Vaticano, en la persona del nuncio apostólico de su Santidad en Buenos Aires, entre nosotros. Con reuniones plurales o por separado y aún sin ellas, a estas alturas debe tener noticias exactas de la dura y peligrosa realidad venezolana. Todos los esfuerzos para evitar que esta etapa final de la confrontación entre los demócratas y la tiranía pueda culminar con indeseables derramamientos de sangre, son bienvenidos. No se perderán. Hemos tenido suficiente, aunque no estén directamente vinculados a la controversia política. Pero ya basta.
El cambio necesario necesita de un indispensable primer paso. La revocatoria o la destitución de quien se desempeña como cabeza del Poder Ejecutivo. De allí se derivarían las consecuencias necesarias para legitimar las instituciones que se han apartado de sus obligaciones y deberes para convertirse en instrumentos de la tiranía, para retener el poder y continuar en esta insólita acción destructiva, conservar los bienes mal habidos y traten de cumplir a cabalidad el mandato castrochavista hacia un socialismo del siglo XXI, más fracasado que todas las experiencias del siglo XX, incluida la cubana.
El régimen ha cerrado toda posibilidad de alcanzar ese primer paso para el cambio al impedir el referendo revocatorio este año y, según algunos de sus voceros, también el año próximo. Además de eso, violan descaradamente la Constitución al negarse a convocar las elecciones de gobernadores y Consejos Legislativos estadales. Es decir, bloquean y cierran el pacífico camino electoral mediante el cual debería expresarse el pueblo, depositario de la soberanía nacional. La debería ejercer mediante el voto. ¿”Elecciones para qué”? dijo Fidel Castro hace unos cuantos años en presencia de varios líderes latinoamericanos domesticados por su carisma. La interrogante es clave en un régimen socialista a la cubana, aunque los resultados estén siendo peores para el día de hoy a esta hora.
Sin Constitución que valga, sin ordenamiento jurídico estable y respetado por todos, con instituciones como el TSJ o el CNE en estado de putrefacción y de actuaciones ajurídicas para atender las órdenes de los jerarcas, para solo mencionar algunas y una situación social y económica increíble e injustificada, nos preguntamos qué debemos hacer para estar a la altura de las exigencias de esta hora.
Ningún demócrata puede cruzarse de brazos. Cualquier violencia callejera, física contra personas naturales o jurídicas, o institucional es de la exclusiva y excluyente responsabilidad de la tiranía.