Maduro
Algo inolvidable quedará para la historia, del reciente Día del Trabajador. Podrían equivocarse, quienes piensen que se trata del “salario mínimo”. Este sigue siendo irrisorio y de fácil consumo por el monstruo de la inflación, la cual sería superior al 500 por ciento. Tampoco es el aumento, hasta ahora virtual, del bono de alimentación. Los dos incrementos económicos, ni siquiera alcanzan para comprar dos kilos de caraotas nicaragüenses. De modo que con eso de la supuesta mejora salarial integral, lo único que es seguro es el incremento desmedido de los precios de los productos de primera necesidad, dada la escasez de alimentos de la dieta diaria y el indetenible proceso hiperinflacionario.
Pero sí debemos mantenernos atentos, porque ya las calamidades contenidas en la tragedia nacional, pronto podrían ser enfrentadas por el pueblo, haciendo valer sus derechos en la calle. Maduro pensará que nadie le va a poner una “camisa de fuerza” a la “revolución”, mediante la aplicación de la también “moribunda” Carta Magna de 1999; porque esta solo la aprobaron los “revolucionarios rojizos”, y por lo tanto, ellos también pueden interpretarla como les venga en gana.
Fundamentado pues en su paralela Constitución, así como también ha promovido el paralelismo sindical, el señor Maduro invocó su “revolucionaria” normativa nacional y, con sumo orgullo de antiguo conductor de buses del Metro de Caracas, incorporó la rebelión y la huelga general indefinida, como inalienables derechos del pueblo. Esto quiere decir, y que nadie lo olvide, que ahora, frente a la falta de solución ante calamidades como la hambruna nacional que está en curso, los ciudadanos tenemos luz verde, para declararnos en rebelión civil (y hasta militar), a objeto de ejercer la presión necesaria, para que el Gobierno y el Estado se movilicen o se vayan. Puede el pueblo, además, si así lo requieren las circunstancias, llamar a huelga general indefinida.
Señalo la importancia de la decisión del señor Nicolás, porque este amenazó con esos medios de combate popular, en caso de ser removido de su cargo, cualquiera sea la vía que el pueblo escoja para sacarlo en “bomba” de Miraflores. Y como en este país los privilegios deben ser para todos los ciudadanos, ni el señor Maduro ni su cúpula mediocre pueden tener más derechos que el resto de venezolanos.
Entonces, querido pueblo de Venezuela, desempolvemos esos métodos de lucha, para sacar al generador de todos los males que padecemos. El señor Maduro, igual que nosotros, puede invocar el artículo 333 constitucional para restablecer la vigencia de nuestra Carta Magna. Del mismo modo, debemos desconocer “cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías” de la Constitución (artículo 350), delito que vienen cometiendo algunas personas del Poder Público. Porque si esto es bueno para la “pava” revolucionaria, también es bueno para el “pavo” opositor, o sea, el pueblo. En este momento, cuando es urgente actuar, recordemos que iguales somos todos, porque los derechos constitucionales impiden que haya ciudadanos con más privilegios que otros. ¡Ya podemos descruzar los brazos! ¡A la carga, y a la calle, con la Constitución auténtica en la mano!