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Esto nos obliga a ciertas precisiones conceptuales. La recesión es definida por los autores, como una fase del ciclo económico, que se caracteriza porque, por dos trimestres consecutivos, las tasas de crecimiento del PIB son negativas en un país. En esta fase del ciclo económico, disminuye la actividad económica, el empleo, la producción y la inversión, acompañado todo ello de una tendencia hacia la deflación, es decir, hacia cierta disminución de los precios.
La recesión cuando es coyuntural, sigue a un auge, que es un periodo de pleno empleo, alta producción e inversión y precios en alza. Como podrá concluirse, no es esto lo que está ocurriendo en Venezuela. Nuestra recesión actual no ha sido antecedida por ningún auge, pleno empleo o alta producción e inversión. Desde hace más de una década la actividad económica, el empleo la producción de bienes en general y la inversión vienen en picada, con altos o bajos precios petroleros. La única constante en una inflación cada vez mayor, alimentada por el crecimiento sostenido de la liquidez monetaria y la pobreza.
En consecuencia, la salida a nuestra situación no radica solo en medidas coyunturales, de tipo fiscal, monetarias o cambiarias, necesarias pero no suficientes, porque nuestra recesión no es simplemente una fase del ciclo: es de naturaleza estructural. Tendríamos entonces que preguntarnos: ¿Qué es la estructura económica? Siguiendo a autores como Perroux, Pernaut y Maza Zavala, sería el conjunto de proporciones entre los diversos sectores que integran una economía, en espacio, condiciones y tiempo determinado, y de las características de las relaciones económicas básicas de distribución del ingreso y de demanda agregada.
Estas proporciones y relaciones tienden a ser estables y solo pueden cambiarse al largo plazo. En Venezuela la estructura económica tiene múltiples debilidades. Son deficientes las proporciones entre el sector público y el privado; entre los sectores productivos primario, secundario y terciario; entre el sector formal y el informal; entre el sector interno y el externo. Además, la distribución del ingreso es cada vez peor en un escenario de crecimiento acelerado de los índices de pobreza.
En consecuencia, nuestra recesión tiene raíces estructurales y no en la coyuntura de la economía, que no es más que el curso variable del acontecer económico al corto plazo (máximo dos años). En este tipo de recesión, se contrae la OFERTA, mientras que en las otras lo que se reduce es la DEMANDA. En Venezuela, ante la emisión irresponsable de dinero inorgánico, la demanda crece, mientras tenemos una oferta inelástica, que está acabando con el aparato productivo y el empleo.
Por todo ello, nuestra salida es un nuevo Modelo Económico, distante del Neo-Rentismo Socialista, que inicie un cambio de la estructura de la economía al largo plazo, y se ocupe de la coyuntura al corto plazo, en el marco de una economía social de mercado en democracia y libertad.