El Gobierno sigue aplicando con éxito su estrategia de quebrarle el espinazo al aparato democrático del país, desestimulando el voto, haciéndose ver como un gigante invencible en las urnas, mientras la oposición sigue en su plan tratando de deslegitimar al partido de Gobierno por la vía de la abstención
“El descontento es el primer paso en el progreso de un hombre o de una nación”. Oscar Wilde
Este 9-D volvimos a ser testigos de una nueva pantomima electoral en Venezuela. Unas elecciones a concejales marcadas por una monstruosa abstención del 80 por ciento. Estas elecciones fueron una réplica del comportamiento opositor de los últimos eventos electorales; unos siguieron las directrices abstencionistas de las toldas políticas que militan, y la otra gran mayoría, desmovilizada, desmotivada, decepcionada, frustrada e impotente ante la situación, sencillamente no salió a ejercer su derecho a elegir concejales, dejando así el camino sin ningún tipo de escollo al oficialismo para adjudicarse “un nuevo triunfo revolucionario” con solo la participación de aproximadamente un 17 por ciento de los votantes.
El escenario final, era muy fácil de prever, el Gobierno sigue aplicando con éxito su estrategia de quebrarle el espinazo al aparato democrático del país, desestimulando el voto, haciéndose ver como un gigante invencible en las urnas, mientras la oposición sigue en su plan (equivocado para este servidor) tratando de deslegitimar al partido de Gobierno por la vía de la abstención, es decir, en buen criollo, “el muchacho que es llorón y la madre que lo pellizca”.
Pero hay algo que debería tener preocupados a los señores del Gobierno. Sus fervientes seguidores, esta vez no creyeron en perniles, ni en bonos ni en dakazos; tampoco ellos acudieron a la cita electoral al “toque de Diana”. Eso significa que la crisis le está llegando a todos y cada uno de los hogares de Venezuela. El que los puntos rojos estuvieran el pasado domingo 9 más solos que un pulpo en un garaje, solo dice una cosa: es evidente un rechazo bestial de los propios seguidores del PSUV a la nefasta gestión del Gobierno actual.
Pero está lectura también debería de preocupar a la oposición, porque la pregunta es ¿Si el Gobierno tiene demostrado ese inmenso repudio popular, por qué no han podido capitalizarlo a favor del cambio tan anhelado en el país? Sigo mostrándome como un acérrimo crítico del abstencionismo, porque es el verdadero candidato del Gobierno. No estimular a la gente a participar mediante el voto es seguir dejando libre el camino al partido de Gobierno, para que siga metiendo en su baúl del poder los pocos espacios que van quedando en manos de factores opositores.
Pero aunque no nos guste reconocerlo, y que opiniones como la mía se vuelvan incómodas, aún no somos capaces de encontrar puntos de acuerdo que permitan canalizar el inmenso rechazo del que se hace acreedor del Gobierno, para irlo derrotando en cada escenario que este plantee. Quedó de sobra demostrado que cuando la gente se decide a votar, no hay trampa ni intimidación que valga.
¿Pero cómo capitalizar el descontento cuando parece que las ambiciones personales, son más importantes que las necesidades colectivas? Ahí vemos cómo en medio de la enorme coyuntura histórica que vive el país, la oposición lejos de amalgamarse en un solo bloque se atomiza día tras día, porque aún por una razón que no llego a comprender, hay gente jugando a montar tienda aparte, o tratando de descalificar y destruir a otros dentro del mismo movimiento opositor, debilitando una ya bastante fracturada unidad, y decepcionando y debilitando más y más su intención de participar a quienes adversan a este desastroso gobierno.
El pensamiento y el accionar político no debe ser único, debe ser plural y diverso, pero debe ser también coherente y estar subordinado a las necesidades de la gente. Si no llegamos a un gran acuerdo nacional, capitalizando el inmenso descontento popular, y nos proponemos como objetivo único y de todos, el cambio político que Venezuela reclama por los caminos de la democracia, tendremos “Patria” pero por muchos, muchísimos años más.