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En la calle 116C del barrio Andrés Eloy Blanco la música y la algarabía se mezclaban. De nuevo, la tasca, con paredes color verde manzana, reabría sus puertas para el disfrute de la barriada. Los hermanos Néstor José (38) y Mario Alberto (44) Bravo Vera compartían en el lugar. Tuvieron una discusión con otro invitado. Uno de ellos sacó un arma y disparó, ambos trataron de huir, pero los ajusticiaron en la carretera.
Las víctimas estamparon sus manos ensangrentadas en las paredes del establecimiento, el cual solo contaban con una puerta blanca para acceder. “Cualquiera cree que fue una masacre”, dijo un averiguador al asomarse. El manchón rojo se extendía hasta el suelo y se prolongaba por la carretera. La sangre estaba seca, coagulada. “A buen debut y clausura”, murmuraban en la barriada.
Los rastros rojos le permitían a cada averiguar y sacar sus hipótesis. “Salieron caminando y subieron”, al final de la calle empinada se veían tres manchas sobre el asfalto. “Allí quedaron los cuerpos, uno al lado del otro”. Un oficial aclaró que les dispararon en medio de la discusión y ellos buscaron escaparse.
Una vecina detalló que los gritos la despertaron a las 5.30 de la mañana. Escuchó tres disparos, “al rato se volvieron a escuchar otros tres”. Presume que dejaron que corrieran para luego terminar de asesinarlos. A los minutos sonó como una motocicleta que se alejaba. Se asomó por la ventana a ver qué ocurría, solo vio un Aveo negro alejarse.
Omar Bravo ayudó a levantar los cadáveres de sus hermanos menores. Con las manos llenas de sangre jugaba con una cruz de metal al mismo tiempo que dejaba escapar las lágrimas. A escasos metros, una vecina limpiaba con agua y jabón la sangre.
El líquido rojizo empezó a correr por el asfalto. Bravo miraba fijamente el riachuelo de sangre y juraba no entender lo sucedido. Le explicó a un desconocido que lo llamaron a las 7.00 de la mañana para avisarle que a sus hermanos los mataron a 200 metros de la casa de su madre. Un primo le dijo que al parecer pelearon con un hombre y este les disparó. Hasta ahora desconocen de quién se trataba.
Bravo comentó que presuntamente les robaron algunas pertenencias. No supo especificar cuáles. Defendió la reputación de sus parientes y los describió como trabajadores. Néstor era trabajaba en PDVSA para mantener a sus dos hijas, mientras que Mario fungía como obrero y dejó dos niños pequeños.
La Policía científica contradijo la versión de la familia. El crimen lo investigan como una venganza. Creen que el doble asesinato lo ejecutó uno de los deudores de Mario Alberto. Presentó antecedentes por robo agravado. En 2008 lo condenaron a 10 años de prisión por ese delito. Recibió un beneficio y recuperó su libertad.
Historial sangriento
Los vecinos aseguraron que en el lugar siempre frecuentaban conocidos. En 2013 hubo otro homicidio de la misma forma. A la víctima, la apodaban el “Puche”. En ese momento el sitio cerró luego volvió a abrir pero cambió de dueño y el sábado en la noche decidieron reinaugurarlo. Se supo que el local pertenece a un guardia nacional.