Señora
Solo un funcionario de un régimen divorciado de la realidad, puede hacer hoy esta afirmación: “Este pueblo está disfrutando plenamente de una vida feliz en uno de los países que garantiza la felicidad” (Gladys Requena, ministra para la Mujer).
La ministra de la Mujer no se ha enterado del deterioro creciente de la economía familiar desde el 2014, que ha llevado a que en marzo de 2016, el 80 por ciento de los venezolanos tenga una opinión negativa de ella, siendo la mujer su víctima principal. ¿Puede estar feliz un pueblo que cree en un 92 por ciento, que la economía y sus condiciones de vida, están en franco empeoramiento? ¿Puede este país garantizar la felicidad de alguien si abrumadoramente su población siente que se han empeorado el abastecimiento, el desempleo, el costo de la vida, la seguridad y la corrupción? ¿Puede estar feliz alguien que no consigue los medicamentos más elementales para preservar su vida y la de su familia? ¿Pueden estar felices las mujeres venezolanas que ya no pueden darle de comer a sus hijos tres veces al día? ¿Puede estar feliz un pueblo, que todos los días experimenta mayor inflación y escasez en medio de una crisis sin precedentes del ingreso petrolero y de la producción de bienes y servicios? ¿Puede estar feliz un pueblo con una pobreza por ingresos del 73 por ciento de los hogares y del 76 por ciento de las persones? ¿Puede sentirse feliz un país que en 2015 tuvo una inflación de más de 200 por ciento, y que en el 2016 se estima que llegará al 350 por ciento? ¿Puede estar “disfrutando plenamente de una vida feliz” un pueblo encerrado en una cárcel, que no puede salir ni a la calle ni mucho menos a ningún otro país?
Señora ministra: la felicidad, según el Diccionario de la Lengua Española, es un estado de ánimo que se complace en la posesión de un bien; es un estado de satisfacción, gusto o contento. Salga usted “por estas calles” a ver si la consigue en alguna parte. Podrá darse cuenta sí, que el 92 por ciento de los venezolanos cree que vivimos una “crisis grave”, pues nuestra enfermedad como país cada vez es mayor, y todos ponen en duda la continuación de esta situación. Después de su afirmación, en un país serio, solo habría que pedirle su renuncia. Yo lo hago en nombre de muchos venezolanos que no merecemos tener funcionarias ciegas y sordas, pero que cuando hablan, se burlan de los ciudadanos y especialmente de las mujeres a las que deben representar y defender dignamente.