Urge devolver a los venezolanos su capacidad de soñar. Unirnos nuevamente en pos de un ideal, esa partícula de ensueño que te sobrepone a lo real y te hace rebelde frente a la mediocridad. Debemos robustecernos moralmente, porque vivir es aprender para ignorar menos y actuar más
“La revolución comienza como promesa, se disipa en agitaciones frenéticas y se congela en dictaduras sangrientas que son la negación del impulso que la encendió al nacer”. Octavio Paz
Todas las revoluciones son terribles. Ellas, según Angel B. Viso, no sólo pretenden justificarse mediante la razón, sino fundarse en la ilusión de un precedente remoto, difícil de distinguir de la utopía. Los acontecimientos que en forma sucesiva vienen ocurriendo en el país mantienen en sobresalto permanente y en incertidumbre total sobre su vida al ciudadano venezolano. Es motivo de preocupación extrema el acelerado proceso de destrucción moral y material de la República, y muy alarmante la sordera y el desdén de los chavistas y sus seguidores, más aún los altos funcionarios del régimen que se han negado a oír el clamor del pueblo venezolano.
Los fanáticos de la “Hugolatría” que aspiran a hacer un reconocimiento inmerecido, propiciado y auspiciado por lamebotas de oficio, y estimulado por egos desmedidos al causante de toda nuestra tragedia, ignoran que su tiempo cíclico terminó; que sus desvaríos totalitarios, militaristas e ideológicos se trocó, y en su lugar pululan delincuentes de baja ralea, a quienes no importa la desintegración de nuestra sociedad, la traición a la patria y la pérdida de nuestra soberanía y libertad. Los grandes desintegradores han convertido el conflicto en guerra contra el propio pueblo, y el diálogo en ofensa y burla, tanto entre nosotros, como entre las naciones del mundo democrático.
La máxima aspiración de todo ser humano es vivir bien y una de esas manifestaciones es vivir en libertad. Hemos permitido un proceso de regresión cultural en donde el Gobierno ha sido el principal agresor del Estado y el mayor destructor de la Nación. La concentración de poderes, el uso indebido de sus funciones, la malversación de los grandes recursos y la corrupción generalizada, les ha posibilitado lo que les venga en gana sin el más mínimo respeto por el ciudadano y sus derechos.
En mis escritos anteriores he manifestado la necesidad de reaccionar y tener una visión trascendente de nuestras propias capacidades. Es necesario asumir un espíritu de unidad y de sacrificio, que nos permita dispersar el clima de mediocridad que como espesa nube se ha aposentado sobre el país. Ha sido tan profunda la pérdida de valores en Venezuela, que ante el escandaloso y vanidoso ejercicio del poder, tendemos a justificarlo todo, como aquellos padres que ante la falta de moral propia tratan de ocultar, o peor aún, de celebrar las malas andanzas de sus hijos.
Nos estamos habituando, por inconsciencia o indiferencia, a tratar como natural los malos hábitos, perversiones, desvaríos y caprichos de los gobernantes. Urge devolver a los venezolanos su capacidad de soñar. Unirnos nuevamente en pos de un ideal, esa partícula de ensueño que te sobrepone a lo real y te hace rebelde frente a la mediocridad. Debemos robustecernos moralmente, porque vivir es aprender para ignorar menos y actuar más. En mis reflexiones, no deja de ser acuciante la idea de cómo rescatar el futuro construido sobre este infausto presente para las próximas generaciones.