Hemos
En la Venezuela donde todo es posible se está construyendo un monstruo que todavía no se ha asimilado en su dimensión y gravedad. Me refiero a la vinculación-calificación de la GNB con un término que obviamente, aparece registrado en el diccionario de la Academia de la Lengua Española: Mierda.
No sé quién fue esa persona que lanzó excrementos o heces fecales, por primera vez a los militares. El caso es que a partir de ese hecho, la vinculación de esa palabra ha aumentado su significación y calificado a una parte de la FAN.
En estos días, y por la descarada actuación pública, notoria y comunicacional de este componente militar, gran parte de la sociedad venezolana está identificando al término mierda, tanto con el personal GNB como con sus hechos más aberrantes; tal el caso de pasarle a un ciudadano una tanqueta por encima, o como ocurrió en Porlamar, donde unos guardias nacionales abrieron la estación de bombeo de aguas negras, para inundar y contaminar una parte de la ciudad. Ese hecho ha sido, de manera simbólica, contraproducente para la GNB.
Nadie relaciona a la PNB con el término mierda. Y eso que a ellos se les observa junto a la GNB. Muchísimo menos, se vincula al componente militar naval, con excremento. Tampoco con la aviación. Incluso, con los bárbaros paramilitares, llamados “Colectivos”. Pueden ser catalogados como criminales, ladrones o terroristas, pero el término mierda solo se asocia a guardia nacional.
Creo que en la historia moderna venezolana esto que vivimos es algo inédito. Hemos experimentado momentos en la historia nacional crueles, sangrientos. Pero los acontecimientos que por estos años vivimos son, desde todo punto de vista, únicos e irrepetibles en la historia. Y en cuanto al uso idiomático, el término mierda y su uso simbólico, para identificar y demoler moralmente al contrincante es, en el uso de la lengua nacional, sentencioso y demoledor.
No voy a referirme a las ulteriores consecuencias que pudiera traer el condicionamiento de ello en quienes están lanzando bolsas y tarros de vidrio con excrementos, en decisiones de grupos extremistas. Solo pensarlo me da escalofríos y trae a mi memoria el genocidio entre los tutsiy los hutus,en la Ruanda de 1994. Dejo en quienes pudieran tomar otras decisiones, la necesaria atención de este tema nada ingenuo del idioma y sus dramáticas asociaciones simbólicas, en procura de una mejor orientación en la ya inevitable confrontación que vivimos.