Retroceso democrático

La democracia tiene que superar el concepto electoral, para convertirse en un sistema de participación social y heterogéneo, que permita a todos los sectores de la sociedad aportar sus capacidades en función del desarrollo de la nación y sus integrantes

Todas las acciones humanas responden generalmente a intereses particulares o generales, que a excepción de los imponderables todas tienen una explicación; es mucho lo que se ha escrito sobre lo ocurrido en las elecciones del pasado 15 de octubre de 2017, sin embargo, una reflexión adicional puede contribuir al debate nacional sobre los resultados de tan importante evento electoral.

No cabe duda de que el gran triunfador de esta contienda es el presidente Nicolás Maduro y todos los intereses nacionales e internacionales detrás de él; el resultado le ha servido hasta ahora para limpiar una imagen de bisoño de dictador de Hugo Chávez, logró superar el dudoso triunfo presidencial frente a Henrique Capriles en el año 2013, legalizó y legitimó una Asamblea Nacional Constituyente llena de vicios y dudas, derrotó a todos los originarios del 4-F, los efectos de la crisis económica y adicionalmente a los dirigentes más importantes de la oposición.

Ahora bien, todo el mundo se pregunta cómo es posible que un hombre como Nicolás Maduro, con un 25 % de popularidad, con una crisis económica a cuestas y 90 % de la población aspirando un cambio, haya logrado los resultados exitosos del domingo 15 de octubre; a mi modo de ver, estos resultados tienen dos respuestas: 1) Abuso y uso del poder del Estado secuestrado por el partido de Gobierno (PSUV); 2) División, falta de objetivos claros, arrogancia, triunfalismo y subestimar al enemigo por parte de la oposición.

Lamentablemente, la lucha política hoy en Venezuela se ha reducido al poder per se, tanto Gobierno como oposición están centrados en una pelea de baja calaña, que dista mucho de una confrontación política decente y civilizada, cuyos objetivos sean el interés nacional, mientras todo esto ocurre hay un pueblo que sufre, lleno de calamidades se aleja peligrosamente de sus intereses y valores democráticos, sin importar el sistema político, la vida termina girando en sobrevivir.

La única esperanza democrática que le queda al país son los jóvenes, en ellos está el futuro y la posibilidad de revertir todo el dañino proceso que ha sido el socialismo del siglo 21; para ello será necesario que surjan desde espacios distintos a los partidos políticos ya establecidos, o dentro de ellos intentar romper los esquemas anacrónicos de ejercer la política. La política del siglo XXI es inteligente, creativa, libre, abierta e impregnada de valores, solo se puede aspirar a una sociedad desarrollada y justa cuando estén presentes “cultura, ciencia y educación centradas en el ser humano”.

La política en Venezuela tiene que dejar de ser un medio para hacer negocios, el Estado tiene que separarse definitivamente de los partidos políticos, y la democracia tiene que superar el concepto electoral, para convertirse en un sistema de participación social y heterogéneo, que permita a todos los sectores de la sociedad aportar sus capacidades en función del desarrollo de la nación y sus integrantes.

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