Revelan testimonio del menor que atentó contra el senador Miguel Uribe

Aseguró que recibió amenazas contra su vida y la de su familia si se negaba a disparar

Foto: Agencias

“Yo en ese momento ya estaba empezando a sentir algo raro con ese trabajo”. De esa manera, el menor de edad que el pasado 7 de junio disparó contra el senador Miguel Uribe Turbay, recordó el mal presentimiento que sintió después de una conversación con alias el Caleño, procesado hace una semana, y a quien señaló como una persona con la que “parchaba” en el barrio El Muelle, en Engativá. El menor le trabajaba en la venta de drogas en bares y establecimientos.

El Caleño, quien era reservado y de pocas palabras, no le manifestó qué tenía que hacer, a qué lugar tenía que ir y por qué tanta reserva frente a la situación. Todo era atípico y se alejaba de los “trabajitos” que habían hecho en el pasado. En la mañana de ese sábado, el joven volvió a recibir una llamada: la moto ya iba en camino y luego recibiría instrucciones.

“Antes de salir, me dice que borre las conversaciones, pero yo ya ahí sentí algo raro porque él nunca me pedía que borrara las conversaciones, entonces yo les tomé captura de pantalla. Me hizo una videollamada y me dijo que borrara las cosas delante de él. Me hizo compartir pantalla y ver que borraba las cosas. Me hizo borrar las llamadas que habíamos tenido”, detalló el joven sicario.

El menor salió de la casa de su tía para ser recogido por una moto solicitada por una mujer cuyo nombre no recordaba en el momento de dar la declaración.

“Recibí una llamada por minutos de un hombre y me dijo: ‘Yo soy el del trabajo’. Yo le dije: ‘Listo, manito. ¿Qué toca hacer? Porque yo quedé acá’. Me dijo: ‘Toca que llegue al parque El Golfito’. Yo le dije: ‘¿Y eso dónde queda?’. Él me dijo que le preguntara a la gente”, recordó. El parque estaba ahí no más. En ese momento tenía que esperar las nuevas instrucciones ya fuera del Caleño, de su nuevo interlocutor o de alias el Costeño.

“Me salí de nuevo al parque y el tipo me llama nuevamente, pero por WhatsApp, no recuerdo el número, pero empezaba por +16, o sea que no es número de Colombia. Me llamó por videollamada y me dijo: ‘Manito, ya vamos llegando. Todo bien que ya vamos llegando’. Yo en la videollamada vi que era un man con gafas Cartier, todo tatuado y tenía como líneas, como un diseño en el peinado”, dijo.

Todo esto aumentó sus dudas: “Entonces, yo ahí ya estaba pensando que había algo raro porque me llamaba una persona externa que yo nunca había visto (...) Cuando yo iba como por la mitad del parque, me dijo: ‘Manito, para no dar tanta boleta, cuelgue la llamada y llega que estoy a la vuelta en un carro negro’”. En efecto, el hombre que no había visto nunca estaba esperándolo en una esquina y le dijo que ingresara a un vehículo Chevrolet Spark cuya placa terminaba en sus letras con F.

“En la espalda y la cabeza”

A los pocos minutos llegó el mismo hombre acompañado de una mujer que portaba un vestido rosa. “El man me dice: ‘Bueno, manito, ya sabe qué hacer’. Yo le dije: ‘No, a mí el Caleño no me dijo qué’”.

Ahí escuchó el mensaje con la orden criminal: “‘Pille, toca acostar a este man’ y me mostró una foto en un teléfono. Mientras que él me mostraba la foto, la mujer se sacó el arma y como de la cintura del proveedor, lo sacó del bolso rosado (sic)”.

Mientras le daba las indicaciones, el joven le aseguraba que no tenía ni idea de que ese era el “trabajo”. “A mí el Caleño no me dijo que tocaba hacer ese tipo de vuelta. Y el man me dice: ‘Pero usted ya no se puede retractar, a menos que quiera que su familia esté en riesgo y usted también (...) Usted sabe, me toca callarlo’”.

Con esta amenaza, el hombre, que luego fue identificado como Élder José Arteaga, alias el Costeño o Chipi, dio las instrucciones para que disparara el arma. “Me mostró de nuevo la foto y me dijo que toca acostar a este man, esta es el arma que se le va a dar, ¿usted la quiere en ráfaga o tiro a tiro?”, narró el menor.

Con sangre fría y nulo respeto por la vida, Chipi le aseguró al menor de edad que quería que le descargara “todo el proveedor” al dirigente político. “Para eso tiene harta munición”, le advirtió mientras le mostraba el lugar donde quería que le disparara: “Detrás del cuello”.

“Yo le dije: ‘Máximo le pego dos tiros y me voy’. Él me dijo: ‘No. Yo quiero que le pegue de seis a siete tiros o mínimo cuatro’”. En su vuelta al parque, mientras esperaba las indicaciones, el joven había notado presencia policial.

Frente a esta preocupación, Chipi le soltó una frase: “De todas maneras, esté tranquilo porque la Policía ya está toda comprada y tiene cinco minutos para salir del lugar. Ellos se van a hacer los bobos como cinco minutos y usted tiene que correr, montarse a la moto y salir”.

Mientras el joven procesaba la información, el hombre tatuado llamó a otro, con acento paisa, para preguntarle por el uso del arma. La persona que estaba en línea, que no ha sido identificada, le dijo que quería que le “pegara los tiros en la cabeza y la espalda”.

“El de la llamada dijo: ‘Ya sabe, manito, no quiero fallas y colgó’”, reseñó. El hombre de los tatuajes le dio las últimas indicaciones, pidiéndole que se quitara todas las joyas, relojes y que dejara su teléfono celular. “Ya todo está preparado”.

¿Y los escoltas?

El joven aseguró que antes de salir del carro escuchó una conversación entre Chipi y el conductor. El segundo le decía que todo estaba listo. “La Firma y el conductor hablaron que ya todo estaba comprado, que los escoltas del que había que matar ya estaban informados”, narró el menor.

El joven escuchó que, además de los policías, había tres escoltas en el parque. Sin embargo, no le dio las ubicaciones ni las señas para identificarlos.

“Chipi me dijo y me señaló las ubicaciones de los tombos y los escoltas, y observa que estaban ubicados dos tombos en la esquina de la Oxxo. Otro tombo en la otra esquina, y dentro del público había otro tombo, y dos motorizados. En modo particular, los escoltas de él los señaló: uno detrás de él, otro custodiando y otro al frente (...) Esto los observa a unos 40 metros, de acuerdo con lo que me señalaba Chipi, me dijo que se van a hacer los bobos cinco minutos y después me iban a perseguir y que ya todo estaba hablado”, contó el menor en un relato que se convierte en la crónica del magnicidio.

La información deja entrever que la banda venía realizando una recolección de información desde meses atrás de los movimientos de Uribe Turbay, así como de las personas que lo acompañaban.

Antes del atentado, Chipi le dio las últimas instrucciones: “Me pasó el arma y me dijo: ‘Guárdela, pero cuidado, no la vaya a disparar porque ya está preparada’ (...) Reconocí en el parque a la persona que había que matar porque tenía la misma ropa de la foto”.

El joven sabía que después de cometer el atentado su suerte estaba echada. Pese a que le dijeron que una moto lo iba a recoger, sabía que sería asesinado y así borrar toda evidencia. Por eso las prevenciones y advertencias.

Las dudas

En sus declaraciones, hasta ahora inéditas, el joven, quien ya fue sentenciado por este magnicidio, reveló que uno de los celulares donde tenía todas las pruebas de la forma en cómo se acordó “el trabajo” desapareció el día de los hechos.

“Toda esa conversación fue por WhatsApp y desde el celular nuevo, que fue el que se perdió el día de los hechos, el que botaron al río”, detalló.

Cuando fue retenido por la comunidad y los integrantes del esquema de seguridad del senador, el joven atinó a decir que les iba a entregar la información, nombres y demás que tenía en su celular.

Hasta la fecha, la Fiscalía General no ha hecho mención sobre este elemento, que podía dar más luces sobre las personas que estuvieron detrás del magnicidio que sacudió a todo un país.

Fuente: Revista Semana.

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