Dieciséis
El año 2016 concluye como un año catastrófico para la economía venezolana y desgraciadamente, los pronósticos para el venidero, son aún más preocupantes. En Venezuela se ha venido acentuando una crisis estructural, entendiéndose como tal, a una perturbación de las relaciones que constituyen el orden económico, tan grave, que se pone en duda su continuación. Experimentamos una enfermedad agravada, de las relaciones de propiedad, producción, asignación de recursos y reproducción de la riqueza nacional
Vivimos una crisis que toca los fundamentos de la economía, que no puede enfrentarse con medidas militares de control, sino con una política macroeconómica de largo y mediano plazo, basada en la Ciencia Económica; política que no se observa por ninguna parte. La crisis actual se manifiesta en una recesión sin precedentes, con una caída del PIB de más del 10 por ciento, acompañada de una inflación que pudiera acercarse al 600 por ciento, la mayor del planeta. La oferta de la economía se ha venido abajo, mientras se mantiene una demanda artificial alimentada por dinero inorgánico, que cada vez vale menos. La escasez es de tal magnitud, que ni los billetes en circulación son suficientes para las transacciones más elementales. Estamos a las puertas de la hiperinflación. Moisés Naím, ha expresado que: “Es muy difícil mantener una situación como esta. Yo no pongo fecha, no tengo pronóstico de cuándo ocurrirá, pero de lo que estoy plenamente convencido es que la situación actual no es sostenible”.
Para The Economist, Venezuela es el país peor administrado del mundo y el de mayor riesgo en el planeta. Desperdiciamos el mayor boom petrolero de nuestra historia y estamos endeudados peligrosamente, mientras otros países petroleros acumularon hasta tres años de exportaciones,en fondos de estabilización, que nosotros destruimos y están enfrentando adecuadamente la caída de los precios del petróleo. Mientras tanto, Venezuela cada vez produce y exporta menos petróleo y a un costo mayor. Dieciséis años después de esta trasnochada “revolución“ de estatismo y marxismo obsoleto, simplemente la economía y la sociedad venezolana han sido devastadas. Es evidente,que esta situación como lo afirma Naím “no es sostenible” y que como bien lo ha expresado R. Hausmann, “Venezuela tiene futuro, pero Maduro no sabe dónde queda ese futuro y no sabe cómo conducirnos a él”. Es hora entonces de detener esta devastación, poniendo al país en manos de los que sí saben dónde queda ese futuro, que la revolución ha confiscado a los venezolanos.