El Gobierno, entrampado en sus propias miserias, está haciendo lo imposible por darle legitimidad a la elección presidencial que se ha postergado para el mes de mayo, junto con las legislativas. Pensemos cómo cambiar la situación sin esperar salidas mágicas ni inmediatas
Días trágicos los de Venezuela. La mayoría de la población, sino toda, sumida en el mar del descrédito, de la desconfianza y la parálisis paradigmática; encerrada entre cuatro paredes, rumia derrotas y la mala calidad de vida que lleva. Desciende a lo más recóndito del dolor y las tinieblas. Reniega de todos y de todo. Pensando que están cerradas todas las vías para un mejor mañana, cada quien entiende que la única salida es abandonar el país. Prepara su mochila y se marcha. Lejos de aquí.
Pese a este sentimiento derrotista, en los actuales momentos debemos hacer caso a la conseja “Nunca es más oscuro, que cuando va a amanecer”. El Gobierno, entrampado en sus propias miserias, está haciendo lo imposible por darle legitimidad a la elección presidencial que se ha postergado para el mes de mayo, junto con las legislativas. Cercado, con escasos recursos y sentado en una bomba de tiempo que sabe a punto de estallar. Desesperado. Hace concesiones mínimas, buscando el efectismo salvador. Pone a pensar a sus enemigos políticos, a enfrentarlos con sus principios. Poco le interesa la situación del país. Tiene el control absoluto.
Por eso, para nuestra salud emocional, no importa que asuma la victoria por descontado, ni que diga que va a durar cien años en el poder. Eso no va a suceder, si nos unimos, si nos organizamos. Si juntos como un todo luchamos por la democracia, por la libertad; por el derecho a soñar con un futuro mejor. Por nosotros mismos. Por la Universidad del Zulia, también escarnecida por un Gobierno que teme y desprecia a la gente que, libre de ataduras, crea conocimiento científico y lo transfiere a la sociedad. Pero eso no vendrá caído del cielo. Hay que trabajar duro.
Pensemos cómo cambiar la situación sin esperar salidas mágicas ni inmediatas. Por lo pronto, empezar por contener el río de emociones que hábilmente alimenta el Gobierno. Las medias verdades, cuando no mentiras descaradas, que hace circular para ponernos a especular y crear desconcierto y agitación. Para el control político y social de la población, víctima de su perverso clientelismo. Para crear desavenencias entre sus enemigos políticos. Todo es caótico. Nos pone a dudar y no atinamos a evaluar la situación con criterios racionales. No sabemos cuál es la verdad ni dónde está. Nos obliga a creer en su palabra. La única cierta.
El tiempo de empezar el cambio es ahora. Iniciemos la difícil pero no imposible reconstrucción de la confianza en los partidos políticos y en los liderazgos. Definamos una visión de país y un proyecto que ejecutar. Es una tarea de todos.