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Es común que nos lleguen las dudas a raudales. Son tiempos de guerra y de no andar en franela frente a cualquier bombardeo. Por eso siempre he pensado que existe un plan, en el amplio escaparate donde resguardan los destinos. Así como existe precaución de no revelar la estrategia verdadera que puede eliminarle las congojas a los venezolanos.
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Los últimos días han sido sorpresivos. Observé un mohín de disgusto en la dictadura, pues no les salió la jugada. Ni sus adeptos y partidarios estridentes se comieron el plato servido para el engaño. Una presidencia en el Parlamento impuesta a capricho no pasó con buenos ojos y hasta los gobiernos de Argentina, México y Uruguay refutaron este acto irrespetuoso a la democracia.
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Pero mi mayor asombro fue el fuelle inesperado que tomó Guaidó y su nueva presidenta interina. Sus modos seguros, irreductible, aplomado para la fecha y convencido de su papel en la historia, me hizo pensar que trae nuevos pasos para este año.
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Verlo tratando de saltarse la verja en la Asamblea Nacional o encarar a un militar armado, mostrando inflexiones acaloradas y una voz de mando contundente, le mejoró su estatus en la opinión pública y en los medios de comunicación internacionales.
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Todo parecía elemental. Que tratasen de escamotear las elecciones en el Parlamento, con un cordón de seguridad para impedir el ingreso y montar la mentira trasnochada, al nombrar a Luis Parra, como cabeza del hemiciclo legislativo. Pero no funcionó. Al final del día, Juan Guaidó estaba ratificado en su cargo y con la misión definitiva de incentivar al pueblo a retomar la calle y a extender los frentes de lucha.
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Pero el punto clave en todo este contexto es que los Estados Unidos ha variado, para bien, el discurso sobre Venezuela. Con su virulencia propia y los enigmas que siempre deja a su paso, Donald Trump reconoció que está tardando más tiempo del previsto, el poder resolvernos los percances. “Tenemos una buena estrategia”, dijo sin resignación, mencionando a Colombia y a otros países, por estar haciendo bien el trabajo.
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Pese a hallarse enfrascado en su casi advenediza contienda con Irán y su intercambio de bombardeos, el Gobierno norteamericano sigue hablando y mucho sobre nuestra realidad. El secretario de Estado, Mike Pompeo, reconoce sin empachos la relación entre la tiranía venezolana y los iraníes.
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Asimismo, el representante de EEUU para asuntos de Venezuela, Elliott Abrams, expresó tranquilidad respecto al tema, pues los iraníes tienen menos recursos debido a las sanciones norteamericanas a Maduro y sus secuaces: “hay una presencia del Gobierno iraní en territorio venezolano, pero no es muy grande”.
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A pesar de existir 150 tropas rusas en nuestro país, según Abrams, solo velan por los intereses económicos del Kremlin, pues este sabe que el régimen es cada vez más débil. Su frase: “cada dictadura termina, siempre, y la de Maduro también tendrá su fin”, deja entrever que la batalla intestina por nuestra libertad continuará y estará en boga por todo este año.
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No es una tarea sencilla el involucrar a los países en una guerra ajena. Los norteamericanos no quieren tomar la iniciativa en solitario, para intervenir con su fuerza hegemónica, en el viraje político y económico de Venezuela.
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Por eso los gringos han zarandeado a gran parte de las naciones de Sudamérica para convencerlas y lograr este cambio necesario en el continente. Se han decantado por las sanciones a los funcionarios de la dictadura, mientras se precipita otro acontecimiento para actuar; un error imperdonable; una fisura crucial o una trastada diplomática y activar los dispositivos bélicos.
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Por eso debe destacarse el distanciamiento de los países de izquierda de América Latina, por el golpe que trató la dictadura de perpetrar en el órgano legislativo.
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Cuando leí que el canciller de Argentina, Felipe Solá, advirtió que “impedir por la fuerza el funcionamiento de la Asamblea Legislativa es condenarse al aislamiento internacional”, pensé en un error de prensa o que todos sufrimos un momento de delirio.
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Pues era verdad y repicaron sus homólogos de México y Uruguay, en la misma tónica y con similar preocupación, sobre la necesidad del legítimo funcionamiento del Poder Legislativo, como pilar inviolable de la democracia.
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Nos quedan meses afanosos, de recoger escombros y levantar el ánimo. La visión mundial es conseguir la libertad definitiva por medio de pactos o armisticios creíbles. Pese a ello, hay aires de apremio. Somos el guijarro en el zapato para los comicios norteamericanos. Algo sucederá antes de finalizado este 2020. Estamos comenzando bien y dependerá de muchos factores, para lograr encarcelar a los malhechores y esbozar la sonrisa justa de un país libre.
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