n
Al principio no se valió de algún argumento invencible para precisarnos sobre esta ocurrencia medio descabellada. Parecía una versión corriente de una broma de mal gusto. No fue un decreto magnífico, que nos hubiese levantado de algún mullido asiento, para aclamar a grandes voces por un veredicto que cambiaría las direcciones de la misión.
n
El anuncio de Juan Guaidó todavía desprende injustas risotadas hasta de algunos partidarios. Dijo sin preámbulos que recuperaría la señal de Telesur. Un canal televisivo que fue edificado por Chávez para manipular a los pueblos de Sudamérica. Una plataforma que no recuerdo, si alguna vez, haya dicho una verdad. Una planta que nunca nos ha pertenecido, en realidad.
n
Rescatar y reorganizar a Telesur. Tarea desangelada y poco memorable en apariencia. Quizá una idea sin basamento creíble. Guaidó no pareció un aparatoso panfletista que tuvo una ingeniosidad y la soltó en la furia de un discurso. No es así. No lo es en ningún caso. No ha sido un desatino ni un entramado incierto.
n
Aunque para muchos es construir castillos de naipes en aguas turbulentas, la razón valedera va más allá. El presidente interino, sin galimatías inservibles y con un tono preciso, dijo que “he tomado la decisión de iniciar un proceso de reorganización y rescate de Telesur, para ponerlo al servicio de la verdad, la pluralidad, la democracia venezolana y regional”.
n
La pregunta incisiva es cómo lograrlo. Todos los recursos e infraestructura están en manos de la usurpación. A tenor de las buenas intenciones, cómo repeler toda la verborrea vacía de un canal dado para el engaño y el ensalzar al comunismo isleño.
n
Es cierto que ese canal “miente, busca la desigualdad, la desinformación y promueve a grupos terroristas”, como bien aseveró Guaidó. Pero dónde está el poder comunicacional para trastocar 14 años asentados en una señal que ha sido una voz lóbrega, sombría y fatal para quienes soñamos con la libertad de nuestro país.
n
Recordemos que la intención de este ingrato canal ha sido el ser vocero internacional. Tener corresponsales para expandir una mentira mal cantada. Apuntalar las sublevaciones incoherentes. Justificar cuando el dictador asesta otra puñalada o hacerlo la víctima al momento de ser sancionado por los ojos del mundo.
n
Precisamente por eso Guaidó nombró una comisión especial sin cortapisas, la cual “asumirá la tarea de coordinar con los aliados de la región, para iniciar el proceso de sustitución efectiva de la señal actual, por un nuevo contenido plural y democrático que pueda ser transmitido y sintonizado progresivamente, dentro y fuera de Venezuela”.
n
¿Podrá lograrlo? Tal vez. Son cercanos aquellos que tienen el poder de la tecnología en el planeta y él cuenta con el apoyo de más de 50 naciones, siendo gran parte de aquellos países latinoamericanos donde ya Telesur no será factor para la farsa.
n
Según las primeras estimaciones, la señal del canal cambiaría de nombre y operaría desde Miami. El mismo Leopoldo Castillo, quien fue designado para presidir tal comisión, ha dejado claro que la idea es que tenga contenido nuevo y divulgue valores democráticos, de libertad y progreso.
n
No será el lamebotas de siempre o el que crea espejismos alucinantes. Tendrá una misión renovada, apostando por una información creíble y constructiva. No estará al servicio del régimen. Será un real órgano conductor del acontecer.
n
Existen elementos ostensibles para convencernos de esta posibilidad. Se ha dicho a viva voz que la nueva Telesur contará con el financiamiento del Gobierno de Estados Unidos y de otros países de América Latina; que se firmarán acuerdos con naciones de la región para transmitir la señal y contará con corresponsales en toda Latinoamérica.
n
¿Por qué no fue Radio Caracas Televisión? La respuesta resulta simple y compleja a la vez. RCTV es una meta tras la restauración de la democracia, que volverá a sus labores inconmensurables y a hacernos soñar con sus producciones inigualables.
n
Mientras, la futura Telesur será en estos tiempos un caballo de Troya. Cumplirá con el deber de provocarle una implosión inesperada a la tiranía venezolana. Por eso tiene un cometido de guerra: el ser un instrumento valedero en esta batalla determinante. Un mensajero tangible. Es como si se pudiera capturar el tanque del enemigo y lo adaptáramos para restablecer el combate a nuestro favor.
n
Es la hora de los sesudos. De los versados para la contienda. De aquellos con el pulso de acero y las ideas resueltas. No es posible negar olímpicamente que es un año definitivo. De tomar de los pelos a los bribones y restablecer el orden. Nos haremos a la mar de las oportunidades. De nada vale la crítica visceral sin condimento. Y más si existe la posibilidad de observar noticias verdaderas en un canal que ha sido por años pasto para el engaño.