En el IV Congreso del PSUV se puso de manifiesto que Venezuela está gobernada por un régimen incapaz e ineficiente desde el punto de vista político, económico y social, pero cómplice desde el punto de vista ético de los hechos de corrupción más graves de nuestra historia
Cada día hay mayor coincidencia entre partidarios del régimen y de la oposición en que el fin de este Gobierno fracasado está cerca. A esto tendríamos que agregar la opinión de sectores importantes de la Fuerza Armada, de las Iglesias y de organismos internacionales. La crisis económico-social se agrava peligrosamente, cuando se estima un decrecimiento del PIB de cerca del 20 por ciento este año, y el FMI calcula una hiperinflación de un millón por ciento.
Las protestas diarias de los más diversos sectores pasan de 30 en las más importantes ciudades del país. Las renuncias permanentes de funcionarios en órganos y entes públicos fundamentales como PDVSA, Corpoelec, CANTV, hospitales, universidades, ministerios, estados y municipios, ponen en peligro el funcionamiento normal de la administración pública al servicio de los ciudadanos.
Por otro lado, el triste espectáculo del IV Congreso del PSUV puso de manifiesto, ante propios y extraños, la grave crisis política y ética de un régimen, que ya no puede desconocer su responsabilidad ante el desastre del país, pero que se niega a desenmascarar a quienes se han beneficiado ilícitamente de las cuantiosas divisas de otros tiempos, como lo denunciaron Giordani y E. Betancourt en su momento y de tantos otros hechos de corrupción que cada día afloran.
En el IV Congreso del PSUV se puso de manifiesto que Venezuela está gobernada por un régimen incapaz e ineficiente desde el punto de vista político, económico y social, pero cómplice desde el punto de vista ético de los hechos de corrupción más graves de nuestra historia. Y como si todo esto fuera poco, quienes pregonaban las bondades de la “democracia participativa y protagónica” (léase Maduro y Cabello) salieron del Congreso, convertidos en figuras estalinistas, que se burlaron de los derechos que la Constitución da a los miembros de un partido político para escoger libremente a sus dirigentes. De esto se encargarán ellos dos.
A esto debemos sumar las críticas demoledoras sobre el régimen y sus responsables de figuras políticas importantes del chavismo como Rafael Ramírez, Jorge Giordani o Freddy Bernal, que llegaron hasta solicitar un nuevo gobierno. En consecuencia, ante esta fractura evidente de la coalición dominante, llegó el momento para que una oposición democrática unida, en conjunto con otras instituciones ya mencionadas, busquen una salida pacífica y patriótica que se traduzca en un gobierno de transición lo más amplio posible, cuando estamos al borde de un precipicio desde todo punto de vista.
Por ello muchos venezolanos hoy, dentro y fuera del país se hacen la misma pregunta: ¿Se acerca una transición gubernamental? Ojalá así sea, pues este proceso de destrucción de casi 20 años, hay que ponerle término lo antes posible. Después todo será más difícil.