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El estadista es un eficiente administrador, un hombre de Estado. Un político que tiene la capacidad comprensiva de los aspectos internos más significativos de una nación y de la manera como deben dirigirse las relaciones internacionales. Por el contrario, el político tradicional es un ser que solo piensa en elecciones. La psicología política ateniense lo define como alguien bravucón cuyo rostro a los niños inspira miedo y que cuando reacciona, lo hace de malas pulgas.
Los estadistas son gobernantes extraordinarios que surgen en tiempos de profundas crisis o en épocas de transición, que por lo general implican históricos virajes, ya sea, para proteger a una sociedad o para relanzarla. Son líderes cuya sensibilidad los lleva a visionar una futura solución a los problemas. Son personas apacibles, moderadas y de rostro sereno.
Los estadistas son escasos en el devenir histórico universal. Uno de ellos fue Pericles, general ateniense, quien vivió unos 400 años antes de Cristo. Fue un hombre de estado, hábil para comunicar, honesto, virtuoso y de inmejorable educación. Gobernó Atenas durante cuatro décadas, dándole su nombre a todo un siglo. Valoró el pensamiento y tuvo confianza en la capacidad del pueblo ateniense para dirimir todos sus asuntos. Fue sinónimo de brillantez intelectual, de madurez política, de democracia, de respeto a las leyes y a la oposición, con la cual permanentemente dialogaba.
Una particularidad que definió la democracia de Pericles fue la libertad, sin entender esta como el poder hacer lo que venga en gana, ya que se trata de un estatuto con dos extremos bien definidos: ser libre en relación a toda exigencia o imposición personal pero obligado a cumplir las leyes generales.
Los estadistas son heraldos de las fuerzas sociales y políticas cuyos intereses demandan transformaciones en la composición del poder. Pueden lograr el consenso casi generalizado de su nación, especialmente cuando el pueblo, en su conjunto, es impactado por las crisis y anda en busca de rápidas soluciones para sus problemas. Llegado el momento, El estadista deja el poder, saliendo por la puerta grande. El político tradicional vive como Macbeth, semejando ser un animal acorralado y mordido por su propia conciencia. Cedo la palabra a ustedes para que identifiquen, en el ámbito nacional, dónde encontrar estadistas que podamos proponerle a Venezuela.