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El suceso fue recordado ayer por un grupo de deudos de las víctimas, que se reunió en una misa celebrada en privado en la iglesia de Santa Ana, en los Barrios Altos, una zona antigua del centro histórico de Lima.
“Barrios Altos es un caso no solo emblemático por la brutalidad y particular perversión con que se comete, sino por la forma en que a partir de él se han logrado éxitos y avances sustanciales en materia de derechos humanos a nivel internacional”, señaló ayer a EFE el abogado Carlos Rivera, del Instituto de Defensa Legal (IDL).
Durante la noche del 3 de noviembre de 1991, los integrantes del grupo Colina ingresaron a una reunión en una casona en los Barrios Altos, y ametrallaron con armas de guerra a los presentes.
El ataque dejó 15 personas muertas, entre ellas el niño de 8 años Javier Ríos, además de a otras cuatro personas gravemente heridas.
El grupo Colina cometería luego numerosos crímenes y violaciones a los derechos humanos, como la incursión en la universidad de educación La Cantuta, al este de Lima, donde en 1992 secuestró, torturó, asesinó e hizo desaparecer a ocho estudiantes y un profesor, a los que acusó de pertenecer a la organización Sendero Luminoso.
Rivera, quien tuvo a su cargo la defensa de los familiares de las víctimas en el proceso que se siguió en 2009 contra Fujimori, considerado el creador e impulsor del grupo Colina, apuntó que “Barrios Altos es un hecho que constituye una expresión de la estrategia particularmente brutal de resolver el problema del terrorismo”.