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El rumor del asesinato se propagó rápido, desde la calle 60B del barrio Las Corubas hasta la avenida 15 Delicias, por unas 15 calles. En las aceras y los portones de las casas, los curiosos esperaban el paso de la furgoneta forense. Ninguno conocía a la víctima, pero escucharon las cinco detonaciones con las que asesinaron a Jonathan Contreras Fereira, de 28 años, cuando leía el periódico.
Al mototaxista lo acompañaba un amigo cuando desde un carro blanco, con cuatro pasajeros, le dispararon ayer, a las 3.00 de la tarde. Cayó de lado, debajo quedó la prensa que leía. Su compañero desapareció, mientras los vecinos corrían unos 20 metros para avisarle a su familia.
Los Fereira no se atrevieron a moverlo, ya no respiraba y a su alrededor se formaba un charco de sangre. Lo cubrieron, cuidadosamente, con una sábana beige, desarmaron tres cajas y nuevamente lo taparon. Uno de sus hermanos mayores se acomodó en cuclillas detrás del cuerpo, como en shock, lo miraba. No movió ni un músculo hasta que llegaron los oficiales de la Policía científica y dejaron a la vista de todos el cadáver del joven moreno, quien vestía un suéter gris, una bermuda vino tinto con detalles verdes y unas gomas blancas con anaranjado.
Uno de los funcionarios se acomodó sus guantes, mientras sus compañeros custodiaban la calle con armas largas. Revisó cada parte del cuerpo de donde manaba sangre y acomodó cuadro carteles amarillos, del uno al cinco, para demarcar los lugares donde quedaron los casquillos de bala.
Yury, mujer de Contreras, apartó a las docenas de curiosos y gritó: ¡Mi negro!, apoyada en los brazos de sus cuñadas caminó hasta una esquina, golpeó con sus puños la pared morada y maldijo a los asesinos.
La familia presume quiénes pueden ser los responsables. “Lo picharon, sabían que estaba tranquilo y mandaron a matarlo”, comentaban entre sí unos conocidos.
Los detectives anotaron algunos datos, se llevaron el cuerpo a la morgue y determinaron tras sus primeras entrevistas que se trataba de una venganza. Mientras tanto, en la casa de los Contreras debatían si el funeral sería en una capilla o en la casa, donde creció el “Negrito”.