Una buena anfitriona es cálida, receptiva y lograr que sus invitados se sientan como en casa. Esto implica presentarlos entre ellos, ofrecerles algo de comer, beber y crear un ambiente acogedor y ameno, pero el arte de ser anfitriona comienza en el hogar, en los rituales para servir la comida en familia, en poner en práctica las normas de etiqueta y alimentar la convivencia con un comportamiento respetuoso y amable
Se puede ser una excelente anfitriona con poca inversión, basta con saber ordenar los espacios del hogar, utilizar de manera adecuada la vajilla por sencilla que sea, llenar los espacios de detalles que pueden ser ramos de flores del jardín, frutas, mantelitos o cualquier adorno que se tenga a la mano.
Pero sucede que la palabra etiqueta tiende a asustar. Se cree que una persona con etiqueta es rígida, acartonada, fuerte de carácter, sin embargo se puede ser dócil, sutil, cariñosa, amable y practicar la etiqueta como estilo de vida.
La gente acostumbra a relacionar etiqueta con protocolo, pero eso es un error. La etiqueta es la conducta que se tiene a diario en el constante movimiento de la sociedad y en la actividad cotidiana. Comienza en el hogar, pasa a los colegios y así sucesivamente al trabajo y a todo lo que se realiza.
La etiqueta se rompe cuando no se cumple con el comportamiento verbal, corporal, con las normas de educación, con saber escuchar y hablar, practicar el ejercicio de leer, tener orden y organización.
Los padres son los responsables de pasar a los hijos la etiqueta, desde que dan sus primeros pasos y comienzan a desenvolverse, a tomar objetos, a caminar, a sentarse, desde allí empieza la educación.
Uno de los beneficios más valioso de conocer sobre etiqueta es aprender a afrontar las vicisitudes y adversidades que se presentan a diario. Una persona que no tiene etiqueta, educación ni modales, tiende a ser arrebatadora, apasionada, y actúa ante los acontecimientos de manera impetuosa, entonces no piensa ni analiza antes de actuar.
Cómo ser una buena anfitriona
Lo primero es crear un espacio cálido donde todos sean bienvenidos. Mientras limpia el hogar para la reunión, la anfitriona debe asegurarse de que el ambiente permita que los invitados puedan interactuar cómodamente, pasar el rato y relajarse. Esto implica tener suficiente lugar para sentarse e intentar distribuir los muebles de modo que la habitación quede lo más abierta posible y las personas no se sientan aisladas ni se formen pequeños grupos.
La iluminación debe ser cálida y suave, para que los asistentes puedan verse entre ellos sin sentirse somnolientos, y tener cuidado de que las luces no sean demasiado brillantes como para que las personas no se sientan cómodas. La temperatura adecuada, ni frio ni calor.
Se puede colocar en el entorno algunas cosas que inviten a conversar, como adornos, libros, una vieja colección de discos de música, algunos álbumes de fotos o recuerdos de un viaje reciente, para que los invitados tengan algo de qué hablar en caso de que haya mucho silencio.
Una buena anfitriona elige un grupo de personas que se lleven bien, en general, o que tengan al menos algunos intereses en común. Aunque es genial tener a muchas personas diferentes reunidas en la misma habitación y lograr que interactúen y tengan conversaciones fascinantes, pero sin que el ambiente se salga de control.
Ser previsiva es la clave
Darles a los invitados toda la información necesaria con anticipación es lo ideal. Detallar los pormenores con al menos una semana de anticipación y facilitarles un número de teléfono para que puedan llamar en caso de que surja alguna duda o imprevisto. Si la reunión es temática o con una vestimenta específica, se debe informar con suficiente tiempo para que puedan preparar su atuendo.
Por protocolar que parezca, es educado dar la bienvenida. Ser lo más cálida y receptiva posible cuando lleguen, sonreír, recibirlos con un abrazo, preguntar cómo están y que cada uno se sienta agasajado apenas entre por la puerta.
Otro deber importante de la anfitriona es asegurarse de que todos los invitados se conocen y que tengan algo de qué hablar. Presentarlos entre ellos y explicar rápidamente cuál es su conexión, además de sacar algún tema a colación que puedan tener en común.
Para mantener un ambiente divertido y amigable, la anfitriona debe interactuar con todos. Circular por unos 10 o 15 minutos para incorporar a las personas a la conversación. Debe tratar de divertirse en su propia fiesta, pero a la vez estar atenta a las necesidades de los demás.
Serena y regia hasta el final
Jamás se debe empezar a limpiar mientras invitados sigan allí. Si la anfitriona se va a la cocina a lavar los platos y los recipientes de comida en medio de reunión, los presentes lo tomarán como una señal de que ya deben irse.
Los invitados deben sentirse bienvenidos hasta el fin de la velada, así que resulta agradable agradecer su presencia y que sepan lo mucho que significó que asistieran y se tomaran un tiempo para compartir.
Rescatar la etiqueta como norma de vida y como una de las alternativas para sortear las vicisitudes cotidianas me incentivó a querer escribir un libro: El Arte de ser Anfitriona.
Esta obra busca formar a la mujer, darle todas las herramientas que necesita para tener comportamiento social dentro y fuera de su hogar. Será como un moderno manual de Carreño.