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Por el presunto envenenamiento del comisario Víctor “Tito” Soler, adscrito a la Policía regional y supervisor del comando de presos de Plaza Lago, presentarán ante Tribunales a José David Urdaneta, de 20 años. Liseth Rincón, su madre, visitó La Verdad y preguntó: “¿Si el policía se envenenó, por qué enjuician a mi hijo?”.
El pasado 27 de mayo a “Tito” lo trasladaron de emergencia al Hospital Chiquinquirá a las 7.00 de la noche con dolores estomacales. Los médicos lo remitieron al Hospital Coromoto ya que tenía quemaduras en el esófago. Sus compañeros revelaron que había descubierto la infidelidad de su esposa y decidió atentar con su vida. Otra versión señaló a dos detenidos que estaban en el despacho esa noche.
Liseth refutó la versión policial, se cuestionó en reiteradas ocasiones el cómo unos jóvenes que iban llegando, a ser revisados por el sistema policial, “podían haber mezclado químicos al filtro de agua delante de los policías”. Estima que los funcionarios estén culpando a los jóvenes para tapar el intento de homicidio del funcionario.
Rincón explicó que su hijo esa noche lo detuvieron en las inmediaciones del casco central. “En una redada agarraron a cuatro chamos y a mi hijo. Tres se les escaparon”. Ya en la comandancia, los policías buscaban antecedentes en los jóvenes cuando el comisario Soler presentó sus dolores. “Eso es muy raro, si ellos estaban ahí con ellos”, refutó.
La madre indicó que su hijo podría pagar ocho años por intento de homicidio “y si es que el oficial no fallece, que espero que no”. La preocupada progenitora logró comunicarse con la familia del policía y le comentaron que interpondrían una demanda contra el diario La Verdad porque “su esposa es evangélica y su religión no le permite infidelidad”.
Reconoció que sabe que la Policía estará en su contra y en la versión de este rotativo, pero pide a la Policía científica que investigue los hechos. “Responsabilizo a los policías si me pasa algo o a mis hijos”. Acotó que a su hijo lo cambiaron a otro comando y trató de darle un colchón para no dormir en el suelo y los funcionarios no se lo permitieron, “no, a ese no”.