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La última noche de José Antonio Acosta González, de 27 años, llegó sin avisar. Salió de su casa en la calle 50 con avenida 74 del barrio Los Planazos, parroquia Idelfonso Vásquez del municipio Maracaibo en su Mitsubishi, Signo, blanco, placa GA0-05T, para comprar pan. Su hermano menor le dijo que lo esperara, no le hizo caso.
De regreso a su vivienda, una cámara de seguridad grabó el momento en que dos sicarios se desplazaban en una motocicleta, se acercaron por el lado del piloto del vehículo, Acosta se detuvo un poco, acción que aprovechó el parrillero para sacar un arma de fuego y dispararle a través del espejo 10 veces. Mientras los homicidas emprendieron veloz huida, el carro del baleado siguió su curso hasta estrellarse contra un posta de electricidad. Murió en el sitio.
El hecho sucedió el pasado jueves a las 8.40 de la noche. Los vecinos no tardaron en salir a averiguar, localizaron el carro chocado de la víctima sobre la acera, su sorpresa no pudo ser mayor, el occiso era de la barriada. Las mujeres gritaron con todas sus fuerzas, sobre el volante quedó el cadáver del joven, el vidrio estaba manchado con la sangre que salpicó de su cabeza, sobre el tablero reposaban restos de masa encefálica.
Avisaron a su familia, vivían a varios metros del lugar. Pocos minutos después llegó una comisión de la Policía científica, acordonaron la escena del crimen para que los moradores no interfirieran. Al levantar el cadáver, la tristeza y el dolor se apoderó también de ellos: se trataba de un detective agregado del Cuerpo detectivesco, adscrito a la Brigada Contra Bandas.
Dolor
La noticia corrió como pólvora entre los efectivos, y dieron aviso a los inspectores, quienes asistieron minutos después para corroborar la identidad del infortunado. Un uniformado informó que el funcionario tenía cinco años en el organismo. Pasó por varias divisiones hasta terminar en la que laboraba.
Al día siguiente, sus familiares lo veloriaron desde tempranas horas de la mañana en la casa 74-40, donde residía con su madre, y su pareja, embarazada con nueve meses de gestación. Una manta roja cubrió el féretro del detective, los faroles a los lados alumbraban los rostros entristecidos de sus tíos y primos.
En el fondo de la residencia, preparaban comida para los asistentes al sepelio, cuyo plato fuerte era la carne de res. A través de la reja de ciclón que separaba la residencia del resto del barrio, se podía observar el dolor de la familia.
“No me quiso llevar, me dejó botado, si hubiera estado conmigo seguro no lo matan”, decía entre sollozos el hermano menor del detective, consolado por otro familiar. Lixa Villasmil González, hermana de la víctima, comentó que José poco comentaba de su trabajo. “Llegaba, saludaba, preguntaba cómo habíamos pasado el día. Era un buen muchacho, se preocupaba por nosotros”.
Pasado el mediodía, se trasladaron al cementerio Corazón de Jesús, donde lo inhumaron. Los sabuesos manejan como móvil del asesinato el sicariato. Investigan las posibles causas.
Relación criminal
Es el segundo funcionario de la Policía científica asesinado en el mes. La semana pasada mataron a Antonio José Cordero Ball (32), detective adscrito al Eje de Vehículos, cerraba su local de comida rápida en Cecilio Acosta cuando unos delincuentes llegaron en un Hyundai Getz, celeste, y dispararon contra su humanidad.