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Los civiles llevan en sus cerebros y corazones las agraciadas estructuras, que conforman el todo, de lo teórico-práctico del espíritu. Los militares, salvo algunas excepciones, pendientes de la fuerza, de charreteras y sables, olvidan que son defensores del espíritu de los civiles. Por ello, en un descuido, la fuerza arrebata los logros políticos, sociales y económicos, que tanto trabajo y sacrificio cuesta a los civiles. La historia dicta, que la defensa y lucha del espíritu continúa, sin abandonar lo que fortalece la eficiencia y eficacia de las instituciones democráticas, de todo aquello que consolida el papel activo de la ciudadanía.
Simón Bolívar (1783-1830), nos hace entender lo que significa la libertad, la democracia, la independencia de los poderes y el espíritu, cuando el 15 de febrero de 1819, en la instalación del Congreso de Angostura, dice: “¡Legisladores! Yo deposito en vuestras manos el mando supremo de Venezuela.” Estos precedentes van a ser tan vigentes como necesarios en la vida de los venezolanos. Desde entonces quedan fundados en la nación los principios de ciudadanía.
En nuestro país, muchos militares y, paradójicamente, una suma preocupante de civiles, esto, no lo asimilan. Lo peor, incontables gobernantes no quisieron ni quieren recibir ni enseñar este legado. Y todo, porque la activación de la ciudadanía y el equilibrio de los poderes públicos, llevan consigo, la liberación del pueblo y su lucha contra gobiernos demagogos, farsantes, corruptos y totalitarios. El Libertador, desde Angostura, todavía nos asevera que: “Al separarse Venezuela de la gran nación española, ha recobrado su independencia, su libertad, su igualdad, su soberanía nacional. Cada venezolano, como sujeto de derecho, está constitucionalmente facultado para ejercer la ciudadanía. Y ciertamente, el espíritu que vence 300 años de saqueo, oprobio y coloniaje.
Sí, ese espíritu que combate 70 años de anarquía y guerras del caudillaje durante el siglo XIX. Es el mismo espíritu de la lucha de los civiles que derrotan 60 años de dictaduras del siglo XX. Y en el presente siglo, renace fortalecido para liderar la lucha que busca derrotar la infamia que condena la felicidad y futuro de Venezuela. Nicolás Maduro, cuando conmina al TSJ a desconocer y fallar contra la AN, usa la fuerza. Y como tal, esa fuerza por arbitraria y usurpadora, además de impotente, afrenta al pueblo venezolano. Sin duda, el espíritu vencerá.