Sin violencia

Debemos concluir que básicamente, es el miedo a las responsabilidades penales y administrativas originadas en esa corrupción infernal llamada chavismo

Mantenerse en el poder a como dé lugar, no tiene sentido ante la conflictividad que aqueja a un país en ruinas. Jugar a la violencia e intolerancia, abulta enormemente el odio represado y que más temprano que tarde tendrá efectos catastróficos. Esta coyuntura de callejón sin salida, no representa la mejor de las perspectivas cuando el fracaso total de un régimen es un hecho notorio.

La convergencia de factores provocados por el Gobierno, llegó al límite de la ineficacia total, por ello con dos días laborales a la semana, es obvio que nada altera el rumbo y es la misma sensación de la semana de siete días laborables. En circunstancias normales, en cualquier país, la ruptura fuera de una rapidez centellante.

¿Qué pasa? ¿Inanición? No, es el terror de Estado que exitosamente se emplea pervirtiendo a quienes están o son afines al Gobierno, utilizándolos como punta de lanza en una estrategia de sometimiento y control social que debería ser exitosa, pero que no tiene arraigo en la mayoría de los venezolanos.

Mantenerse en el poder, ¿para qué? Debemos concluir que básicamente, es el miedo a las responsabilidades penales y administrativas originadas en esa corrupción infernal llamada chavismo y que se prueba por sí misma.

La imposibilidad de recurrir a la violencia, es un deber ineludible. El genocidio es parte de un esquema posible, que sin titubeos practicaría el castrocomunismo venezolano. Los viejos criminales de La Habana han disfrutado siempre del placer de asesinar dentro y fuera de Cuba y es hora de reflexión para no dar los supuestos que preparan para justificar los crímenes de Estado, que ya son un hecho.

La valentía de un pueblo no se mide por la violencia, es la capacidad de reflexión, la creatividad ante la adversidad y además la militancia en eso que denominamos "resistencia civil organizada". 

La consciencia ciudadana está suficientemente madura para aceptar que la trágica realidad que vivimos, exige de conductas ponderadas pero firmes, de inteligencia, no de violencia, esta última es la conducta esperada por los militarotes que usurpan el sagrado deber de un cuerpo militar. No puede la sociedad civil medir fuerza en trance que resultaría un holocausto. Por encima de los militarotes, ahí deben haber militares y civiles con amor de patria.

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