
Con
Las elecciones legislativas de ayer en España dieron al gobernante Partido Popular (PP, centroderecha) un triunfo escaso y diseñaron un nuevo escenario político, en el que las mayorías requerirán amplios acuerdos y exigirán un novedoso esfuerzo de diálogo.
Con el 99,82 por ciento escrutado, el PP del jefe del Ejecutivo, Mariano Rajoy, logró el 28,7 por ciento de los sufragios, que le otorgan 123 escaños en un Parlamento de 350 diputados en el que la mayoría absoluta se tiene a partir de 176.
Los populares perdieron más de 3,7 millones de votos respecto a 2011, aunque mantuvieron la primera plaza por delante del PSOE (socialistas), que tuvieron el 22 por ciento de respaldo y 90 escaños.
Dos partidos emergentes han puesto en cuestión el histórico bipartidismo español: Podemos (izquierda antiausteridad) tuvo el veinte por ciento de los votos con 69 escaños y Ciudadanos (liberales) el 13,9 %, con cuarenta diputados.
El resto de escaños se reparten entre fuerzas nacionalistas y pequeños grupos de izquierda que dejan un Parlamento fragmentado, como nunca en la historia de la democracia española.
Las encuestas ya habían anticipado el final del bipartidismo y la llegada de nuevos actores, que abren la puerta a un período de incertidumbre porque en España no había ocurrido hasta ahora que un partido ganador estuviera por debajo del 30 por ciento de los votos y hasta cuatro fuerzas superaran los cuarenta escaños.
Con la cautela a la que obligan los resultados, todos los líderes se mostraron abiertos al diálogo y al acuerdo, necesarios para evitar el bloqueo institucional.
Mariano Rajoy, que fue el último de ellos en hablar en público, dejó claro que, como partido más votado, tiene la obligación de intentar formar gobierno y para ello admitió que "será necesario dialogar mucho".
"Voy a intentar formar un gobierno estable", proclamó Rajoy, para quien España "necesita seguridad, estabilidad, certidumbre y confianza" en beneficio de los intereses generales.
La única opción de mayoría absoluta pasaría por un acuerdo entre PP y PSOE - sumarían 213 escaños - pero esa "gran coalición" es inédita en España y siempre ha sido rechazada como opción por ambos partidos.
El candidato socialista, Pedro Sánchez, a quien las encuestas daban un peor resultado, atribuyó al PP la responsabilidad de formar un nuevo ejecutivo y se mostró dispuesto a "dialogar, debatir y acordar", pero no dio pistas de si ello implicará algún tipo de apoyo expreso al partido gobernante.
Una hipótesis difícil sería que Sánchez intentara aglutinar en torno suyo a fuerzas de izquierda, como Podemos y otros partidos nacionalistas, pero eso tampoco le garantizaría la mayoría absoluta.
El líder de Podemos, Pablo Iglesias, no hizo alusión alguna a esa fórmula y se limitó a celebrar que "se acabó el sistema de turno en España" en alusión a la hegemonía ejercida hasta ahora por PP y PSOE en forma de alternancia en el poder.
El cuarto partido es Ciudadanos, al que los sondeos dejaban en mejor lugar de lo que lo han hecho las urnas y cuyo líder, Albert Rivera, se mostró sin embargo satisfecho de ser el "nuevo centro político" en España y "eje de una nueva transición".