Algunas
Es tan alarmante la bellaquería de algunas personas, que no meditan respecto de aquellos tiempos donde otros los favorecieron, cuando ellos no tenían y otros saciaron su hambre y su sed. Tampoco meditan respecto de que las cosas pudieran tornárseles al revés y que lo que nunca agradecieron y lo que ahora hacen puede volvérseles en contra, pudiera la vida pasarles facturas cuando crean estar bajo la protección de un blindaje de dinero y comodidades.
Algunas personas nunca han sufrido carestías ni precariedades y su comportamiento hacia sus semejantes es de soslayo, porque sin haber probado el dolor del hambre y la necesidad, ni el quebranto de la pobreza, creen que es un mundo que no existe porque no lo conocen. Pero hay quienes sí saben lo que es el hambre y la pobreza y cuando medio levantan sus economías y sienten vientos de prosperidad, se vuelven altaneros, vanidosos y crueles para con otros, e incluso en contra de quienes en algún momento les tendieron la mano porque se encontraban en mejor posición.
La vida señora o señorita vanidad, tiene muchos colores y muchos tonos, son infinitos los matices, preocúpate porque te llegará el día, en el que sentirás el crujir de tu estómago, como si una hoja filosa quebrara tus entrañas cuando alguien te condicione dos granos de arroz y una hebra de carne con tal que le rindas sumisión. Pareciera una expresión de algún gen defectuoso, malvado o maligno que hace a las personas olvidadizas, cuando recibieron con amor la comida que les sació el hambre
Pero no, la maldad en sus corazones no les viene de la carestía ni de mejor bonanza, no, la maldad de sus corazones pareciera ser un legado, una herencia maldita que no les permite ver en los otros a un ser con afectos y sentimientos, creen que los demás no tienen sensibilidad humana, porque ellos son los únicos seres sensibles a quienes hay que adular, justificar y comprender.
Imagínese usted que alguien condicione por ejemplo regalarle un plato de comida con la prepotencia de una personalidad malvada, cuya dádiva no es entrega con amor sino jactancia y altivez. Si usted va a regalar una comida, no humille a su invitado haciendo y diciendo cosas que lo hagan sentir insignificante. Mejor hártese de su comida, que es preferible pasar hambre que sentir en la boca, la garganta y las vísceras, las cortantes y filosas hojillas de la humillación. Bienaventurado aquel que da con humildad y sin arrogancia no solo en Navidad.