En los tiempos de antes, observaríamos como ejemplo, la maldad palaciega, el derroche, el narcisismo, el analfabetismo funcional del señor feudal, del monarca en el medioevo, la tiranía, la hipocresía, la traición de las noblezas imperiales, igualmente la opulencia y la epopeya de la Grecia clásica
En los avatares de la historia y su imagen historicista, tenemos un instrumento que a la vez es el condimento de la clase que piensa, critica, lucha y consiente por todos los medios, pero sobre todo con la razón, a la justicia. Por otro lado y en sentido opuesto, tenemos a quienes el mismo instrumento lo utilizan egoístamente, exacerbando flagrantemente la perversidad con voluntad de poder (dionisíaco). Este instrumento acompañado del teatro es la literatura, y su espíritu es la denuncia y la crítica, tanto del bien como del mal.
Este historicismo desde principio, contempla el estudio de la conducta humana basado en la crónica, la documentación detallada de la vida cotidiana, y el espíritu de las épocas, bajo un análisis de lo épico, lo moral y lo ético, desempeñado por el mundo sociopolítico (cultural) en el ámbito de cada civilización.
Y luego el teatro es la interpretación que cada autor da a la crónica cotidiana, el vivir del mundo, principalmente de lo que le atañe, de lo próximo, como concebiría Cerruti o Dussel en sendas obras de “Filosofía de la liberación”. En los tiempos de antes, observaríamos como ejemplo, la maldad palaciega, el derroche, el narcisismo, el analfabetismo funcional del señor feudal, del monarca en el medioevo, la tiranía, la hipocresía, la traición de las noblezas imperiales, igualmente la opulencia y la epopeya de la Grecia clásica, y para ello teníamos a Shakespeare, a Moliere, a Sófocles, (el drama y la comedia eran su corolario, entre otros.
En otro contexto, el teatro y la literatura de la inconformidad, como la de Calderón de la Barca o Miguel de Cervantes, el gran teatro del mundo es el “non plus ultra” de la ironía del rico, del pobre, del artista; de todo el colectivo humano. Don Quijote de la Mancha, el paladín de lo absurdo, lo satírico.
Desde antaño el teatro vivencial del mundo político, principalmente los absolutistas y hegemónicos, chauvinistas, tiranos y déspotas, han fraguado sus tramas enarbolando la astucia, la demagogia y la falacia, de modo que han convertido a su público, al propio engendrador, al que los pone donde gobiernan, al soberano, en miserables por tanto parricida. Antes era “Pan y Circo”. Ahora, como en Venezuela, son magnicidios con drones. Todos teatros de la miseria.