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No todo el mundo sale bien librado al intentar bromear con temas como Robin Williams, Germanwings y las torres gemelas, todos al mismo tiempo en un club de comedia. Bueno, tal vez sí. Seth MacFarlane, rey de lo políticamente incorrecto, logra salirse con la suya en la secuela cinematográfica que dirige, Ted 2, una película que se estrenará en Venezuela el 14 de agosto. El lanzamiento de una segunda parte de Ted no sorprende a nadie. La cinta original, lanzada en 2012, se convirtió en un éxito de taquilla. Ted, la primera, la que presentó al mundo al oso mal hablado y fumador, recolectó nada menos que 550 millones de dólares.
Así son más que bienvenidas las secuelas, tan de moda por estos días. Esta costó 68 millones de dólares. Sin embargo, para MacFarlane, conocido por las series de televisión Family guy y American dad, la posibilidad de una segunda parte no resultaba tan obvia: “Era muy importante para mí hacer una película que no fuera solo una reacción a la primera parte, sino algo completamente diferente, queríamos contar una historia”.
Entonces la película, que distribuye en todo el mundo Universal Pictures, ya no sería “Ted 2, más de lo mismo” como irónicamente habían propuesto los productores titular una posible secuela. Había que encontrar una inspiración. Y llegó del lugar menos esperado. La génesis de Ted 2 se basa en hechos históricos. En una rueda de prensa en Londres, a comienzo del verano, MacFarlane contó cómo la idea surgió cuando leía sobre la Guerra Civil de Estados Unidos entre el Norte y el Sur, cuando a un esclavo, considerado propiedad, se le negó el derecho a convertirse legalmente en ciudadano libre.
Salvando las distancias
A partir de este relato MacFarlane da pie a su trama y a que a Ted le pase algo parecido, por supuesto salvando las distancias. Ted es un oso de peluche, un juguete, una propiedad. A Ted se le considera un objeto a pesar de que él se siente muy humano. Esa es la lucha que sirve de hilo conductor en la cinta: el oso tratará de conseguir el estatus legal de “persona” en las cortes de Boston y Nueva York.