Una
Los puentes no existen para mantener separados los márgenes del río, sino para acercar a las personas y permitir que se reencuentren y puedan caminar como alas de un mismo vuelo. No existe lámpara de Aladino, pero sí existe la posibilidad de que todos juntos constituyamos una red de redes capaz de despertar a una ciudadanía harta de injusticias, y de privilegios.
Hoy leí este sabio relato de mi admirado Leonardo Boff. Los puentes de los espacios sociales, diferentes, pero aceptados y respetados han sido averiados o destruidos. Una sociedad no puede sobrevivir sanamente viendo que su tejido social se está desgarrando. Ahí existe el peligro de los radicalismos de derecha o de izquierda, más que hacer muchas argumentaciones teóricas. Voy a contar una historia que escuché hace mucho tiempo y que tiene una fuerza de convicción efectiva.
“Dos hermanos vivían en buena armonía en dos granjas vecinas. Cierto día tuvieron una pequeña discusión. Discutieron con cierta irritación. La cosa parecía haberse quedado ahí. Pero no fue así. De repente, ya no se hablaban. Evitaban encontrarse. Se hacían los desconocidos.
Un buen día, apareció en la granja del hermano mayor un carpintero pidiendo trabajo. El granjero lo miró de arriba abajo y, con un poco de pena, le dijo: “¿Ve aquel riachuelo que corre por allá abajo? Es la división entre mi granja y la de mi hermano. Con toda esa leña que hay en la leñera construya una cerca bien alta, para que no me vea obligado a ver a mi hermano ni su granja. Así estaré en paz”.
El carpintero aceptó el servicio, tomo las herramientas, y se puso a trabajar. Cuando al caer la tarde el hermano mayor volvió a la granja, quedó horrorizado con lo que vio. El carpintero no había hecho una cerca, sino un puente que pasaba por encima del río y unía las dos granjas.
Y he aquí que pasando por el puente venía su hermano, menor diciendo: “Hermano, después de todo lo que pasó entre nosotros, me cuesta creer que usted haya hecho ese puente solo para encontrarse conmigo. ¡Un abrazo, hermano!”. Y se abrazaron efusivamente y se reconciliaron.
De pronto vieron que el carpintero se estaba marchando. Y le gritaron: “Hey, carpintero, no se vaya usted, pero este respondió: “No puedo, hay otros puentes que construir por el mundo, y nuestro país necesita personas que generosamente relativizan los desacuerdos y construyan puentes para que podamos vivir por encima de aprender y reaprender siempre a tratarnos fraternalmente. Tal vez sea este uno de los imperativos éticos y humanitarios más urgentes en el actual momento histórico.