Los diputados al Parlamento nacional no deberían ser electos entre partidos políticos sino por méritos y aportes a la sociedad, así nos aseguraremos una sólida institucionalidad. Los venezolanos deben comprender que desde un concejal hasta el Presidente de la República son empleados públicos
La concepción de Estado prevista en la Constitución del 99 es la misma del 61, Venezuela trastabilla con constituciones retrógradas que son una oda al trágico presidencialismo, o lo que es igual, dictaduras constitucionales. El artículo 226 es un botón, atribuye la jefatura del Estado al Presidente de la República cuando debería ser solo jefe de Gobierno; la guía del Estado debe recaer en la sinergia de todos los poderes públicos nacionales apegados irrestrictamente a la letra de la carta magna, no a caprichos ególatras.
Fíjense, Alemania luego del nazismo modificó los cimientos del Estado, redactó una Constitución que evitase se pudiera repetir esos dantescos episodios en su historia, limitó la figura presidencial (primer Ministro), distribuyó equitativamente las competencias más importantes del Estado entre los poderes nacionales, siendo el más importante el Parlamento nacional, pues es quien recoge fidedignamente la pluralidad de la nación, además, le dio un valor protagónico a las regiones, es decir, Alemania aprendió la lección, hoy son una potencia mundial con un desarrollo estructural digno de admiración.
Para que Venezuela pueda subvenirse a este oscurantismo con base constitucional debe ¡con carácter de urgencia! abandonar el lúgubre modelo presidencialista, las funciones vertebrales del Estado deben conferirse estratégicamente entre los poderes nacionales. El Parlamento es por excelencia el poder más relevante en las democracias, en él recae la máxima representatividad de la nación, además, por su vital función contralora y designadora de otros poderes, sería en extremo conveniente exigirles, al igual se debe hacer con los magistrados TSJ, Fiscal/Contralor general y rectores CNE, imparcialidad política, los diputados al Parlamento nacional no deberían ser electos entre partidos políticos sino por méritos y aportes a la sociedad, así nos aseguraremos una sólida institucionalidad.
Los venezolanos deben comprender que desde un concejal hasta el Presidente de la República son empleados públicos a quienes no se les debe aceptar ninguna excusa a sus fracasos ¡Debemos comenzar desde allí! Reflexionemos en lo que tenemos y en lo que pudiéramos tener, para ello traemos a colación un pensamiento de Bolívar que aborda este mismo tema “Si un hombre fuese necesario para sostener el Estado, ese Estado no debería existir; y al fin no existiría”.