Hay que prestarle más atención a los discursos vacíos, sin argumentos. Con frases grandilocuentes o arengas militares y basados en las emociones. Promesas que no indican, con transparencia, el cómo se harán las cosas ni con qué recursos
La historia republicana de Venezuela ha estado signada por un suerte de trágicos eventos que han trastocados los sueños de progreso, libertad y democracia acuñados a lo largo de dos siglos de avances y retrocesos. El estado actual de devastación no es nuevo en los anales de la historia nacional y mundial.
Varios países europeos y Japón en particular, pasaron por dificultades peores, puesto que sus pueblos no solo quedaron arruinados sino demolidos anímicamente. Sin embargo, pudieron salir del foso donde se encontraban porque tuvieron líderes-estadistas con visión de futuro y hacia allá encaminaron sus pasos.
Más no basta con líderes poderosos en motivación y empuje, con voluntad política. Hace falta un pueblo unido que aspire volver sobre la senda perdida. Que mire al país con otros ojos, como dice la manida expresión. Nada será como antes, es un nuevo comenzar y un horizonte por conquistar. Una nación responsable y solidaria que en la coincidencia de intereses y beneficios establezca consensos para que se construyan “espacios mayores de libertad” y se prevean los potenciales conflictos. Solo rompiendo las cadenas mentales y sociales que nos atan a un modelo fracasado y a nuestra pasividad podremos encontrar el camino de regreso a la libertad.
Los japoneses supieron transformar su resentimiento, humillación y furia en una potente fuerza motriz para levantarse de nuevo. Empezar la reconstrucción y llegar a ser una potencia mundial económica, científica y tecnológica, sin recursos naturales. ¿Cómo no podemos hacerlo nosotros? Tenemos que reencontrarnos con el trabajo productivo y regenerar el tejido social perdido entre tanta diatriba, frustraciones y odios.
Esto hay que entenderlo y ponerlo en práctica. Visto el colapso de la República y el estrepitoso fracaso del modelo político-económico impuesto, comprometernos como sociedad para empezar a construir un gobierno de transición con un plan de gobierno viable, creíble y realista que atienda las prioridades sin desatender el resto de los objetivos. La cooperación internacional es fundamental. No basta con el voluntarismo.
Hay que prestarle más atención a los discursos vacíos, sin argumentos. Con frases grandilocuentes o arengas militares y basados en las emociones. Promesas que no indican, con transparencia, el cómo se harán las cosas ni con qué recursos. Tampoco decantarse por salidas electorales encubiertas por la hegemonía institucional y menos las aventuras que descartan la Carta Magna.