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Los hermanos Carlos Javier (18) y César David Valbuena Andara (20) estaban frente a una residencia sin número en la avenida 116 del barrio Pinto Salina, parroquia Venancio Pulgar. Una motocicleta se estacionó, el pasado sábado, a las 9.00 de la noche, frente a ellos. Uno de los motorizados se bajó y acribilló a los parientes.
Los homicidas huyeron. Carlos Javier se ahogó con su propia sangre en la orilla de la acera. Las heridas en la frente y en la cabeza le salpicaron la cara. Falleció inmediatamente. El brillo de sus ojos negros desapareció, quedaron abiertos como mirando al cielo. Se estima que intentó decir algo antes de que le dispararan, por su boca abierta y la expresión suplicante de su rostro.
César David tuvo suerte. Recibió todas las heridas en la cabeza, sobrevivió. Sus familiares lo recogieron de la calle y lo trasladaron en un carro particular hasta la emergencia del Hospital Universitario de Maracaibo, a unos 45 minutos. Los médicos lo estabilizaron y lo intervinieron. Hasta el cierre de esta edición su estado de salud era reservado. Las posibilidades de sobrevivir eran mínimas, según los médicos.
Los familiares comentaron a los funcionarios de la Policía científica que desconocían los motivos del atentado. No reconocieron a los motorizados ni recordaban las características del vehículo. A los hermanos no les conocían enemigos y nunca les comentaron que los amenazaran.
Los investigadores se inclinan a la venganza como móvil del crimen. Esperan que se recupere el hermano mayor para entrevistarlo. Ninguna de las víctimas presentó antecedentes, solicitudes o registros policiales por el Tribunal Supremo de Justicia ni por el Sistema Integrado de Información Policial.