miércoles, noviembre 27, 2024
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Todos estamos Presos

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Cuando la inseguridad nos va alejando del contacto con la ciudad y quienes la habitan, en el momento en el que no podemos decidir qué comida y cuánto de ella comprar, o cuando tener opiniones distintas despierta sospechas, en todas esas circunstancias todos tenemos algo de Presos

La principal circunstancia que marca la vida de un Preso es la ausencia de libertad, y con ella viene la pérdida de control sobre el porvenir. En la medida que una persona ve limitadas las posibilidades de decidir, su futuro se va ciñendo a lo que otros decidan por él. Basta imaginar la cotidianidad de alguien privado de libertad físicamente para comprender esto, sus decisiones sobre qué vestir, qué comer, cómo utilizar su tiempo, inclusive con quien conversar, dependen de lo que otro decida. 

Pero la condición de ausencia de libertad no se restringe a cuatro paredes y unos barrotes. Cuando la inseguridad nos va alejando del contacto con la ciudad y quienes la habitan, en el momento en el que no podemos decidir qué comida y cuánto de ella comprar, o cuando tener opiniones distintas despierta sospechas, en todas esas circunstancias todos tenemos algo de Presos. Las restricciones en las elecciones que se hacen a diario son también un tipo de presidio.

La pobreza es una de las peores cárceles. Con la precariedad económica viene la restricción de libertades, una persona pobre debe llevar sus decisiones al punto de tener que elegir entre una medicina o un plato de comida, la posibilidad de educarse y entrar a un mundo de posibilidades o salir a trabajar desde edades muy tempranas, inclusive la pobreza puede llevar a las personas a sentir dolor físico y emocional. La pobreza es al final de cuentas la imposibilidad de decidir sobre el propio futuro por unas circunstancias agobiantes que van restringiendo la libertad de elegir.

También quien no es pobre puede estar preso, lo que algunos denominan como “alienación”, refiriéndose, entre otras definiciones, a la influencia de agentes externos que alejan a la persona de su identidad y por lo tanto influyen en sus decisiones. Inclusive la mente puede ser nuestra propia cárcel, como nos lo recuerda la Premio Nobel Doris Lessing en su libro Las prisiones en las que elegimos vivir (1987).

Las cárceles pueden ser físicas, pueden ser económicas, pueden ser de ideas, e inclusive mentales, convirtiéndonos a todos en presos. Ciertamente hay quienes sufren mayores privaciones que otros, pruebas duras para cualquier ser humano como son la imposibilidad de contar con una serie de condiciones básicas de sobrevivencia, el estar limitado literalmente a que otros decidan en todos los aspectos de la vida cotidiana, inclusive el estar alejado de cualquier contacto humano con seres queridos. Pero de igual manera, al comprender que a todos nos asechan múltiples prisiones la lucha por la libertad se convierte en una camino que todos debemos recorrer.   

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