Ganó
En un artículo que publiqué el 31 de diciembre pasado, invité a mis compatriotas a recoger del suelo la esperanza. Cola tras cola, escándalo tras escándalo, tal propósito resultó para muchos difícil de mantener. Haber vivido el deterioro de un país en todas sus dimensiones, pero en especial en lo moral fue desgarrador. El momento crucial fue quizás la confesión por parte del fiscal del caso, del amañamiento del juicio de Leopoldo López, seguido poco después del arresto por droga de los Flores. ¿En manos de quién estamos?
Finalmente, llegó el día de las elecciones parlamentarias que esta vez tuvieron un inédito carácter plebiscitario. El pueblo expresó su determinada decisión de cambio y entendió que para hacerlo dentro del marco constitucional, hay que empezar por renovar un poder vital para un sistema democrático como lo es el poder legislativo. Acostumbrados, más no conformes con las colas, los venezolanos salieron masivamente a votar e hicieron caso omiso al vergonzoso amedrentamiento oficialista. La más descarada manifestación de este último quedó grabada para la posteridad en la voz de un gerente del Seniat. El conglomerado opositor apostó por la esperanza de un país mejor, con comida, seguridad, salud e instituciones confiables.
Varias horas después de la ilegal prórroga del comicio, Tibisay con melancólica sonrisa no se atrevió a reconocer lo que todos los sectores ya sabían hace meses: el pueblo está arrecho y ese día le dio a la MUD una mayoría calificada. La voluntad del pueblo, sin embargo, fue respetada; es difícil no hacerlo cuando la votación es masiva. Ganó el convencimiento generalizado de que merecemos tener un Gobierno que busque una salida para los problemas de todos y no sólo para los suyos. Esto puede lograrse con la sorprendente representación parlamentaria que la oposición obtuvo.
Tenemos hoy la prueba fehaciente de que los venezolanos que queremos cambiar de rumbo, somos mayoría. En las universidades, fábricas, comercios, iglesias, hospitales y en donde quiera que haya gente pensante, se respira un aire diferente: aire de esperanza de tener un país próspero y decente. Estoy contento y hoy yo sé qué es lo que siento, siento un viento de cambio, que Dios mediante, habrá de consolidarse en el 2016.