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LUZ está de luto. El lamentable fallecimiento de un joven de 22 años en manos de una violencia a contranatura a lo que debería representar una universidad es otra evidencia de nuestra decadencia. ¿Por qué sucede un hecho de sangre en una facultad como Humanidades cuya esencia es reverenciar la vida a través de los más excelsos valores humanos? ¿Cómo es que tenemos “estudiantes” y “dirigentes”, porque así le hemos reconocido, que portan pistolas en vez de cuadernos y libros?
Mido bien mis palabras porque este es un tema peligroso. La inmensa mayoría de los universitarios sabemos a quiénes nos referimos. Solo que somos cautivos de ellos. Claro que es una anomalía mantener la ficción de estudiantes con una permanencia en LUZ por más de 20 años, claro que es un absurdo e inmoral utilizar el campus universitario para prácticas vinculadas a negocios ilícitos que son “Notitia criminis” y que apenas alguna autoridad tanto interna como externa se da por enterado. La práctica del disimulo rige una cotidianidad basada en el miedo, y en algunos casos, hasta en complicidades inaceptables.
Lo obvio es aplicar nuestros reglamentos y expulsar a todos aquellos estudiantes que no vienen a estudiar, quitándole un cupo a los millares que esperan con angustia ingresar a la educación superior, en la búsqueda muy loable de un título profesional. ¿Por qué no lo hacemos desde nuestras Secretarías Docentes, Consejos de Escuela, Consejos de Facultad y Consejo Universitario? Por un lado, porque no estamos tratando con estudiantes comunes, sino de otra especie que mutó hacia algo que pudiéramos calificar de “estudiantes profesionales” indiferentes a un plan de estudio y sí muy aplicados a otras “ciencias ocultas” convirtiéndolos en unos intocables. Y por otro lado, el tema en sí, ya escapa a lo estrictamente académico para convertirse en otro más cercano a lo policial. ¿Qué las autoridades hoy apenas son capaces de ejercer su mandato? Pues sí, esto es triste reconocerlo.
El país mismo y toda su anarquía actual es el otro factor que confluye para alimentar la violencia universitaria. Una “dirigencia estudiantil profesional” variopinta que no sabe lo que es formar parte de un cuadro de honor académico, que ignora el trabajo perseverante del estudio en una biblioteca, que es incapaz de organizar congresos y jornadas científicas y que termina más interesado en “participar” en los lucrativos ámbitos como el pasaje estudiantil, los comedores y la contratación de la vigilancia, nos dan la seña de una anti-dirigencia estudiantil. Luego, la política es utilizada no como servicio, sino para apuntalar proyectos personales y vulnerar la frágil institucionalidad establecida para medrar sobre ella.
Hoy LUZ, al igual que la universidad pública venezolana está viviendo su propio linchamiento. Los medios oficialistas se ensañan sobre ella y utilizarán cualquier trastorno para descalificarla. Los universitarios indignados y víctimas sólo queremos recuperarla y volverla a poner al servicio de la ciencia, la cultura, la educación, el arte, la paz y la vida.