Leisy
La avenida 47E de la urbanización El Soler es testigo silente de la degeneración de Carlos Parra. Todos en su comunidad lo conocen, porque su esquelética figura adorna dramáticamente la ventana derecha de la casa que comparte con su madre. Su pasatiempo es estar parado ahí, aunque llueva o que el sol inclemente le queme la débil piel que recubre los pronunciados huesos de su ser.
El hombre, de 39 años, padece desde su nacimiento de retardo mental. Aunque escucha, ve y camina normalmente, no habla. Su madre Leisy Fernández, de 63 años, dice que evita mirarlo porque “le da de todo” y aunque asegura que conoce todas sus señas para comunicarse, reconoce, conteniendo las lágrimas: “Yo sé que mi hijo está desnutrido”.
Los vecinos son los que le tienden la mano a la mujer que tiene el corazón recrecido, hipertensión y artritis. Leisy es viuda, y de un año para acá le ha tocado retomar la costura para darle de comer a su hijo y ayudarse. Comen arepa o pan solo. “Por lo menos tres días a la semana nos acostamos sin comer, depende de lo que haga”.
Según cuenta el ama de casa, la situación de la familia se agravó hace aproximadamente un año, “cuando la economía del país entró en su peor momento”. Pero, el año 2016 es el que ha pegado más fuerte y ha dejado a la familia con casi 80 kilos menos en sumatoria. En la casa también vive su nuera, su nieta -de apenas un mes de nacida- y hasta hace 15 días, su hijo menor. Él se fue a Colombia a buscar nuevas oportunidades. Es técnico en Refrigeración Automotriz y tuvo que migrar por falta de trabajo. “La gente le decía: ‘Sí, reparame el aire’ y después no le pagaban, esas cosas aquí son muy difíciles porque la gente no tienen para eso”.
La necesidad obliga
Leisy le contó a La Verdad que la necesidad la ha obligado a enseñar a su hijo a hacer sus necesidades en papel periódico, por falta de recursos para comprar pañales. “Él usaba pañales porque nunca aprendió a ir al baño por su problema, pero ahora yo le pongo un periódico en el piso del cuarto y ahí hace sus necesidades y después lo limpio, lo baño y cambio todo”.
Por pocos minutos, Carlos salió de su habitación para saludar. Su madre explicó que lo mantiene encerrado ahí para que no le pase nada. “Ya me he llevado muchos sustos con él, porque se ha cortado y cosas así. Yo lo meto ahí para poder trabajar tranquila”.
Él tiene “muchísimo tiempo” que no va al médico por falta de recursos, su madre se debate entre comer e ir a consulta. “Yo pido a los vecinos algo para él. Así sea una arepita o un pancito, con tal y coma”. Pero no siempre come, se ha desmayado por hambre. “Yo me siento triste, pero todas esas cargas se las dejo a Dios, y le digo: ‘Señor, súpleme y no me deje padecer’, porque esto es muy fregao”.
Necesita
Carlos Parra necesita pañales, alimentos y asistencia médica. Además de diazepam de cinco miligramos y vitaminas. Hace casi un año que no ve, formalmente, a un médico. Leisy Fernández necesita concor de cinco miligramos e impra de 25 mililitros.