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Bastó una sola sentencia para que la justicia venezolana involucionara. Y esta abominable decisión fue suscrita por tarifados del PSUV que disfrazados de magistrados decidieron desconocer el dictamen de millones de electores y desincorporar a diputados electos y proclamados tirando así a la basura años de jurisprudencia, de doctrinas y de avance en la defensa de la Constitución. Todo por una mezquina y ruin complacencia partidista y la ambición de perpetuar en el poder a quienes tanto daño han hecho.
La máxima instancia de la justicia venezolana fue creada, sentada sobre los valores de objetividad, transparencia y autonomía, y con ese carácter quedó instaurada la Corte Suprema, según se recoge en la Constitución de 1819. Y de un plumazo, un presidente resentido y derrotado ordena, mediante cobardes artimañas, acabar con siglos de historia del derecho.
El Tribunal Supremo de Justicia es la institución del equilibrio, el árbitro y el mediador entre los poderes que sustentan la democracia en nuestra nación, pero cuando su balanza solo favorece una parcialidad, cuando sus competencias y funciones se solapan y entorpecen el desenvolvimiento de los demás poderes, el mismo se deslegitima, y atenta contra la estabilidad del poder que cree defender.
A eso ha quedado reducido nuestro Tribunal Supremo de “Justicia”, de un poder autónomo a un apéndice de un partido político. Este apéndice sentenció en áreas que no son su competencia y estableció una nueva doctrina, la peor, la que establece cómo impartir una justicia injusta.
La Sala Electoral al desincorporar a cuatro parlamentarios electos y proclamados barrió con la jurisprudencia que rige el verdadero alcance del voto, que en la misma se lee: “el sufragio (…) no se agota en el simple hecho de votar o resultar electo, sino que debe extenderse a su reconocimiento y, en algunos casos, a la entrega misma del poder al magistrado que ha sido electo”, pues de lo contrario se estaría en “flagrante violación”.
En flagrante violación también incurre cuando pretende por la vía cautelar dirimir una decisión de fondo, sin juicio ni debido proceso, sin mencionar siquiera el disparate jurídico que pretende declarar nulos actos que no existen, y más aún evitar que un órgano electo democráticamente funcione.
Ahora bien el reto que se nos impone es: ¿Hacerle juego al régimen y mantenernos en una eterna confrontación?, o avanzar hacia el rescate de todas las instituciones del país, hasta recuperar los valores democráticos y lograr ese cambio que la gran mayoría de Venezuela reclamó el 6 de diciembre.
Replegarse no es caer en derrota, esto nos permite tomar un respiro y obtener una visión amplia del entorno. Replegarse para avanzar con pasos firmes y sostenidos hacia el cambio, ese es el verdadero reto que nos imponemos. Solo así derrotaremos las triquiñuelas y obstáculos que esta cúpula de resentidos y malos perdedores nos seguirán imponiendo. Solo así lograremos vencer la desconfianza hacia instituciones tan fundamentales para nuestra nación. Solo así podremos todos, algún día, sentirnos debidamente representados y defendidos por dignos y respetados magistrados de un verdadero Tribunal Supremo de Justicia. Nadie nos dijo que esto sería fácil, pero estamos dispuestos a luchar hasta conquistar ese cambio ¡Fuerza y fe!.