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Lo que combatí durante los 40 años de democracia, imperfecta, pero democracia al fin, palidece ahora a la luz de la incapacidad y mala fe de los actuales gobernantes y para nada exculpo al mandatario fallecido, porque él fue, la primera semilla que abonó el desastre en que vivimos, por su pensamiento militarista-autoritario-resentido social, tendencia que ahora ha sido exponenciada, agregándole de su propia cosecha, una pronunciada dosis de supina ignorancia en todas las materias.
El Gobierno asegura favorecer a todos, al regular los precios y entre chácharas destempladas, decreta y no concreta nada, porque la falta de producción ridiculiza las bravuconadas: Fijó el precio de la harina de maíz en 19 bolívares pero solo se consigue a 300; controló el precio de la carne, el pollo, el arroz, la pasta, el atún, el café, el azúcar y parece que esos productos solo los volveremos a ver en el paraíso. Ah, pero en el Paraíso del Edén porque cerca del Pinar, no existen. Decretaron un precio para el cartón de huevos y ahora tendremos que dibujar, con las páginas de la gaceta, la figura del suspiro de la picatierra y colocarlo en el sartén para ver si este le insufla el mismo contenido proteico que le imprime la gallina.
La tragedia social es fuerte, el ciclón amenaza desaparecernos a todos, sin embargo, lo que más me perturba el sueño es el grado de pasividad y resignación que percibo en la gente ante tantos atropellos. Escudriño la cara de quienes se encuentran en las kilométricas colas y me asombro con el reflejo de resignación y desesperanza en sus semblantes, noto la ausencia de nuestro espíritu irreverente y libertario que marcó una impronta en Sudamérica.
Me sorprende que todavía queden personas que exculpan al Gobierno por la tragedia en curso, seguramente todos somos culpables de este hecho, porque en los últimos 57 años, no hemos podido desarrollar una consciencia crítica en el pueblo que le permita independizar el cerebro del estómago y rechazar conductas demagógicas, como el populismo y el chantaje económico y moral.
Nada me haría más feliz que estar equivocado y que el 6-D un tsunami electoral en contra del Gobierno, me obligue a rectificar mis conjeturas iniciales, pero ruego a Dios que de producirse esa reacción, venga acompañada de una reflexión crítica y profunda que nos permita execrar a los mediocres y elegir a los mejores, independientemente de su color o credo.