Un Darth Vader 

En nuestra nación, el wookie llamado Chewbacca no tiene los encantos de pilotar y reparar naves guerreras de la galaxia, sino se parece más al mono descomunal económico que el Gobierno socialista les adeuda a varios países

Hace tiempo, en una galaxia lejana, tal vez más distante de los auxilios internacionales que de las composturas esperanzadoras, los acontecimientos incorregibles se revolvían mayormente en las interestelares ficciones que en una realidad templada, comedida y lógica para la buena digestión nacional.

La República galáctica es dominada por el lado oscuro de la fuerza socialista, que en esta ocasión decidió sin mérito alguno, nombrar a Darth Vader como vicepresidente de lo que queda de un país, cuyos nubarrones se oscurecen en esta opereta espacial digna de crueles desenlaces de ciencia ficción.

A la par de tan radical nombramiento, el lado oscuro efectúa 12 modificaciones a su tren Ejecutivo de Gobierno, tan trivial, descomedido y poco efectivo, que solo queda sentarnos a padecer de su inoperancia y brutalidad como el año anterior.

Por otra parte, se encuentra la alianza rebelde de la MUD, cuya mayoría en la AN también decidió esta semana juramentar a la nueva junta directiva de tan valiosa palestra legislativa, que tendrá a la cabeza a Julio Borges, recibiendo amenazas de Nicolás “Darth Sidious” Maduro, el emperador de este país de fantoches, quien con sus provocaciones de pasquín y frases errantes de argumentos, aseguraba que el Parlamento va a la autodisolución, con acciones nulas e ilegítimas, obligando a la convocatoria de nuevas elecciones.

Realmente hemos sido atacados por clones como en una de las cintas fílmicas de esta sempiterna saga, clonándose las desventuras cubanas como calceta. En nuestra nación, el wookie llamado Chewbacca no tiene los encantos de pilotar y reparar naves guerreras de la galaxia, sino se parece más al mono descomunal económico que el Gobierno socialista les adeuda a varios países, a los cuales les debemos hasta el modo de andar.

Con la trastornada ofuscación que me impulsó a redactar este artículo de fantasía, pudiera también convocar a la Orden Jedi de la ciudadanía para erigir la Rebelión para la Nueva República, esta vez sin los arrestos de Han Solo, la perspicacia de la princesa Leia, las voluntades de Luke Skywalker o las enseñanzas de Yoda. Simplemente asumo el nombre del éxito fílmico: “Star Wars IV: Una nueva esperanza”, para llenarnos de una fe inquebrantable en Dios, siguiendo los pasos de la venturanza y los cambios trazados para esta grandiosa nación. 

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