¿Un diálogo dinamitado?

El hecho de que el Gobierno, renuente a todo lo que signifique cuestionar su desempeño, haya aceptado y sentado a dialogar, ya de por sí es un éxito de las demandas opositoras

La palabra expresada sin meditación previa puede causar más desconfianza que aquella conducta dirigida a manifestar una respuesta negativa al planteamiento del adversario. Un proceso de diálogo político tiene su fundamento en el propósito de instrumentar distintas vías que hagan posible la concreción de acuerdos que satisfagan, aunque sea medianamente, las aspiraciones de los dialogantes. Un diálogo para el cual se pretenda utilizar mecanismos de presión sobre una de las partes, además de ser una imprudencia, es un error táctico que le da al presionado argumentos para su rechazo. El apresuramiento en fijar un término perentorio para obtener respuestas definitivas de un diálogo que apenas se había iniciado ha debido ser mejor medido por sus consecuencias y la oportunidad que dio para oxigenar al gobierno de Maduro en su momento de mayor debilidad.

La oposición, envuelta en esa actitud de auto inmolarse, la que se manifiesta en algunos de sus líderes actuando más como francotiradores, ha brindado oportunidad para que se le ataque a través de las rendijas que se originan con ese comportamiento, el cual refleja la existencia de pugnas irreconciliables que la debilitan frente al adversario y la opinión pública. La obligación del Gobierno es negar todo, y continuar aferrado al error incorregible de sostener que todo está bien y va mejor. El ejercicio de la política se soporta sobre el estudio del hecho social y el análisis de las formas y mecanismos para la búsqueda de soluciones a las demandas de los ciudadanos. En ese andar, especialmente cuando se trata de la realización de un proceso de diálogo político, no debe ignorarse la premisa de Lenin, quien expresó: “que en su manejo y ejercicio, siempre hay que dar dos pasos hacia adelante y uno hacia atrás, por ser esa la forma de avanzar”. La sabiduría acompañada de la necesaria paciencia, la prudencia de la palabra y el bajo perfil que deben adoptar quienes entablan un proceso de diálogo, es lo que garantiza que el mismo no sea dinamitado por las partes.

Cuando se tiene la razón, y esta es aceptada mayoritariamente en la calle, no hay que temer a los resultados. El hecho de que el Gobierno, renuente a todo lo que signifique cuestionar su desempeño haya aceptado y sentado a dialogar, ya de por sí es un éxito de las demandas opositoras. Todo será ganancia.

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