Solo
Hace ochenta años, el 14 de julio de 1936, un editorial del diario Ahora, escrito por el joven intelectual Arturo Uslar Pietri, impactó al país: su título Sembrar el Petróleo, se convertiría en un verdadero programa nacional. Uslar nos invitaba a no sacrificar “el futuro al presente” y nos alertaba a no “hacer de Venezuela un país improductivo y ocioso, un inmenso parásito del petróleo, nadando en una abundancia momentánea y corruptora y abocado a una catástrofe inminente e inevitable”.
Por ello, con la mayor claridad expresaba, que: “Urge aprovechar la riqueza transitoria de la actual economía destructiva para crear las bases sanas y amplias y coordinadas de esa futura economía progresiva que será nuestra verdadera acta de independencia”. Con tiempo suficiente, nos alertó para que el petróleo que despuntaba en la economía del siglo XX, no se nos convirtiera en “una maldición” que nos transformara “en un pueblo parásito e inútil”, sino que su presencia fuera “la afortunada coyuntura que permita con su súbita riqueza acelerar y fortificar la evolución productiva del pueblo venezolano en condiciones excepcionales”.
Uslar nos invitó con visión de futuro a “invertir la riqueza producida por el sistema destructivo de la mina”, en la creación de riqueza “reproductiva y productiva”: nos retó a “sembrar el petróleo”. Pero ochenta años después, ¿Qué hemos hecho con esa “súbita riqueza”, con ese regalo de la naturaleza? ¿La convertimos en un incentivo para el desarrollo de la riqueza propia o la abandonamos para gozar solo del regalo?
Es evidente que no hemos sembrado eficientemente esa riqueza no renovable. Hemos simplemente conformado un Petroestado que ha manejado descomunales ingresos, con una lógica rentista, generándose un dominio del Estado sobre la Sociedad y la Nación, con resultados cada vez peores. Hemos sacrificado el “futuro” a las urgencias del “presente”.- Nos hemos convertido en un país “improductivo y ocioso”, parásito del petróleo que ya no da para más. Nos habituamos a la “abundancia momentánea y corruptora” del petróleo y hemos llegado ya a “una catástrofe inminente e inevitable” como lo advirtiera Uslar, de no actuar con racionalidad.
Solo cuando incorporemos “el petróleo a nuestra vida y no nuestra vida al petróleo”, saldremos de este laberinto, y eso solo será posible, cuando sembremos el poco petróleo que nos queda, en la construcción de una Venezuela no rentista. Solo entonces, habremos firmado nuestra verdadera “acta de independencia” como lo afirmaba hace ocho décadas nuestro ilustre escritor. Continuaremos.