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“Los guerreros” de las Torres del Saladillo, ubicada en el casco central de Maracaibo, son protagonistas de su propia historia durante estos 100 días de protestas en contra del Gobierno. Por eso “no es fácil vivir en las Torres”, dicen la mayoría de los vecinos, aunque están convencidos de su lucha. Es una barricada que nunca descansa, un obstáculo que para los extraños mantiene controlado el tránsito vehicular y para los propios es un escudo contra la represión, las balas, los ataques y el ojo indiscreto de la prensa.
Mientras cubre su rostro con una franela negra, “Yuzo”, como se hace llamar el escudero, señala la acumulación de escombros y suelta: “Ese es nuestro escudo, es lo que nos defiende. Cada quien pone un granito de arena porque la barricada de Padilla es toda Padilla, no solo las Torres. Es nuestro emblema. Un escudo contra la violencia y la represión. Con eso le cerramos el tránsito a mucha gente, sí, pero también le abrimos las puertas a la libertad”.
Más de 70 protestas se registraron en avenida Padilla en los últimos 100 días. Los enfrentamientos entre los grupos de choque de la Policía regional y efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana con los miembros de la resistencia provocaron el desarrollo de situaciones hostiles, donde los uniformados se defienden de las piedras, morteros y cohetes que le lanzan los jóvenes con perdigones y bombas lacrimógenas.
La sociedad civil que vive en los edificios tuvo que dejar sus apartamentos solos, venderlos o mudarse temporalmente para evitar problemas de salud.
Dos metros de resistencia
“Ellos nos odian. Nosotros somos la espina en el zapato de los cuerpos de seguridad. Cuando viene un contingente, aguantamos lo más que podemos. La sociedad civil nos apoya, pero llega un momento en el que el enfrentamiento es tan rudo que quedamos pocos y batallamos lo más que se puede”, explicó “Yuzo”. Las batallas se extienden por más de cinco horas y aunque no niegan que es “difícil” resistir, los manifestantes confiesan que los mueve la necesidad, el hambre, la inseguridad y violación de derechos humanos, pero sobre todo las agresiones a sus compañeros, familiares y la muerte de Adrián Duque.
Tres equipos se mantienen activos en el punto. La barricada, que alcanza dos metros 50 centímetros de alto, la cuidan a toda hora y ubicada en puntos estratégicos para evitar “dar boleta”. Si ven que alguien quiere abrir el paso o se acercan efectivos militares se activan de inmediato con “los juguetes”, refiriéndose a cohetes, piedras, palos, “todo lo que podamos lanzar con nuestras manos que es lo único que tenemos”.
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