Alejandro González fue jefe de Política del diario La Verdad. Su trabajo responsable, ético y meticuloso, hizo que su equipo se formara y creciera con su ejemplo. Desde esta, su casa, le rendimos homenaje con las sentidas palabras de dos de sus amigos, los también periodistas y compañeros Gustavo Ocando Alex y Roberto Rivas Suárez. Vuela alto, Ale y descansa
Alejandro González fue jefe de Política del diario La Verdad. Su trabajo responsable, ético y meticuloso, hizo que su equipo se formara y creciera con su ejemplo. Desde esta, su casa, le rendimos homenaje con las sentidas palabras de dos de sus amigos, los también periodistas y compañeros Gustavo Ocando Alex y Roberto Rivas Suárez. Vuela alto, Ale y descansa
Gustavo Ocando Alex
Parece mentira, hermano, que hoy no estés, que hayas partido en estas circunstancias. No quiero detenerme en los detalles de tu marcha: prefiero, en cambio, explayarme en las huellas de tu existencia.
Fuiste de los mejores amigos. Fuiste de mis mejores jefes. Pisaste con tinta indeleble en nuestras vidas. Siempre tan recto, concentrado en la noticia, disfrutando de vez en cuando con esa risa achinada que siempre acompañabas de una encogida de hombros.
Siempre volveré a esas largas guardias en el diario, a esas atragantadas de empanadas de la esquina y a tu compromiso con el periodismo. Te veré cada tanto tomando apuntes de una sesión parlamentaria o de una alocución presidencial. Echaré mano con frecuencia a tus conocimientos de la fuente militar, a esos recuerdos musicales con vos tras un cuatro y a aquellos tiempos donde me corregías textos y costumbres con la paciencia y la sabiduría de un padre.
Nunca olvidaré tus buenos deseos el día en que te vi, justo antes de que naciera María Eva. Jesús y yo siempre te recordaremos en aquellas conspiraciones del oficio para hacer un mejor periodismo.
Las niñas, como llamábamos con cariño a Pau, Fabi, Nani, Kathe, Aurita, Anahil, Naty, estoy seguro, se suman a nuestro lamento por tu partida -parece tan pronta, hermano-. Te recordaré siempre con tu bondad infinita, esa que es resumen patente del hombre que fuiste.
Te quiero mucho, Alejo. No te imagino hoy en otro lugar que en ese Cielo en el que tanto creíste, al lado de esa doncella maternal que siempre te cuidó. La paz, contigo, hermano. Arma una parranda hoy en tu descanso eterno. Dios te reciba con ese abrazo de paz que jamás cesará.
Roberto Rivas Suárez
"Mijo, ¡vos te vais a morir de viejo!" le presagió erróneamente un vendedor a Alejandro José González Hernández cuando éste guardaba muy cuidadosamente en su estuche el cuatro que acabábamos de comprar. Parecía que estaba manipulando una joya de cristal de la dinatía ming. Lo hacía con tal cuidado para no rayar, deteriorar o romper el instrumento musical, que el vendedor de la tienda se sorprendió de su meticulosidad y dedujo que la pelona tardaría mil años en dar con su dirección.
Era una sorpresa para el comerciante, pero no para mí. Yo había estudiado en la universidad con Alejo y ahora trabajábamos juntos en el Diario La Verdad de Maracaibo. De hecho estábamos en el mismo departamento de Política y él era mi editor. Conocía muy bien su carácter tranquilo y su dedicación en los detalles.
Para ese diciembre (2002 o 2003 quizás) varios periodistas y trabajadores decidimos crear un conjunto de gaitas y los jefes nos aprobaron un pequeño monto para los instrumentos, por eso fuimos con el único músico que podía dirigir el grupo... Y Alejo contento porque podía demostrar sus dotes musicales además de salir de la rutina del conflictivo momento que ya estaba viviendo el país, amén de la fuerte responsabilidad de dirigir el área política, sobre cuyos hombros recaían todas las miradas de la ciudad.
Su gusto por la música -que disfrutamos en los ensayos y parrandas gaiteras-, su afición por la aviación -de la que también compartimos fotos y videos de mi hermano- y su pasión por el periodismo nos unió los caminos varias veces.
Hace dos semanas conversamos y nos prometimos volver al patio de mi casa a tocar cuatro y cantar gaitas. Lo haremos entonces en otro plano.
Alejo no murió de viejo. Se nos fue temprano, como una víctima más del mal manejo político que tanto denunciamos en las páginas del diario.
Toca tu música, vuela con tu aviación y continúa escribiendo Alejo, y mil gracias por incluirme en tu camino.