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En un país donde el desabastecimiento es mayor que en Siria y Afganistán y la inflación sea la mayor del mundo (200%), algo fuera de lo normal tiene que estar aconteciendo. No es casual que el riesgo país de Venezuela sea el más alto del mundo, similar al de Libia, Malí, Haití y Zimbabue. Algo anormal debe acontecer en un país, donde violando la ley, el Banco Central no informe sobre los indicadores básicos de la economía.
Grave situación debe existir en un país donde el valor de la canasta básica casi se está duplicando cada mes. Nada frecuente es que en un país, estudios de opinión pongan de manifiesto, que 77 por ciento de los venezolanos no tengan confianza en que el Gobierno pueda resolver los problemas nacionales. Por ello, se inventa distraer la atención con los asuntos fronterizos con Colombia, desvirtuando la razón de ser del estado de excepción establecido en la Constitución.
El verdadero estado de “excepción” son las colas, el desabastecimiento, la hiperinflación, el riesgo país y la dependencia de las importaciones y una estimación de decrecimiento del PIB de ocho por ciento. Allí sí está reflejada una verdadera suspensión de garantías. Cosa excepcional es que, cuando en un país crece la pobreza, el régimen anuncie que recibiremos 20 mil sirios, pero estamos expulsando sin contemplaciones a los hermanos colombianos. Verdaderamente excepcional es que, mientras nuestros empresarios no han podido entrevistarse con Maduro, sí lo pudieran hacer los empresarios vietnamitas, que producirán en Venezuela arroz y ganado, en lugar de los nuestros. Excepcional es garantizar a los extranjeros el mercado nacional bajo la égida de China o Vietnam, al margen de la legislación venezolana. Esto sí está al margen de lo normal, así como que Venezuela se encuentre en el último lugar (157) en el ranking mundial del índice de libertad económica, por debajo del Congo, Libia, Chad y Siria, cuando en los 80 llegamos a ocupar el lugar número 14 , como un país libre.
Todo esto es la consecuencia inmediata del denominado Socialismo del siglo XXI. Sus deficiencias no pueden achacarse al contrabando, a los paramilitares o a las casas de cambio de Cúcuta. Están en un Modelo Económico de “Excepción", fracasado en todo el mundo, que está autodestruyendo a la “revolución” venezolana y acabando con el bienestar y la paz de los venezolanos.