Un sistema puede durar mayor o menor tiempo con cierto equilibrio en la medida que los actores con poder se hayan adaptado o no a la nueva estructura. Los sistemas siempre llegan a un equilibrio, hasta que una de las partes lo desequilibra, lo que conlleva a cierto caos, el cual al final llevará a un nuevo equilibrio
En el caos también subyace cierto orden, algunos patrones cuyas posibilidades de ocurrencia son predecibles de alguna manera. La gran diferencia con otros contextos es que los márgenes de error de las proyecciones son mucho mayores. La Venezuela de hoy luce caótica, sin embargo es posible identificar algunos patrones que parece continuarán durante el año 2019, como por ejemplo la diáspora venezolana se mantendrá, asimismo la fragmentación política entre la oposición también luce como un evento probable, a lo que se suma la agudización de la crisis económica con sus consecuencias en la destrucción del aparato productivo.
Lo anterior no son predicciones, son eventos probables. Y el hecho que su ocurrencia se asome como situaciones que es muy posible que continúen se debe a que son parte de un sistema que está en pleno proceso de formación y esas son algunas de sus características. La mayoría de los venezolanos quiere un cambio, sobre eso no hay duda, sin embargo mientras eso ocurre muchos se van adaptando al sistema, algo completamente natural como mecanismo de supervivencia. Al ocurrir dicho proceso de adaptación se empiezan a dar ciertas rutinas y patrones, que aunque pueden lucir caóticos son parte de una nueva forma de seguir conviviendo con el entorno.
Un sistema puede durar mayor o menor tiempo con cierto equilibrio en la medida que los actores con poder se hayan adaptado o no a la nueva estructura. Los sistemas siempre llegan a un equilibrio, hasta que una de las partes lo desequilibra, lo que conlleva a cierto caos, el cual al final llevará a un nuevo equilibrio. Un buen ejemplo de estas situaciones es lo que ocurre con los grupos delictivos, como lo refleja El Padrino (1972), cuando nuevos actores alteran el orden existente para acceder al poder desencadenando un conflicto que desemboca en un nuevo orden, del cual ellos aspiran surgir como nuevos Jefes. En ese momento surge un nuevo equilibrio que durará hasta el próximo conflicto.
En Venezuela eso ya ocurrió una primera vez a lo interno del chavismo cuando su líder falleció, hubo conflictos internos que desembocaron en un nuevo orden, el cual se ha mantenido a través de un equilibrio muy delicado. A nivel del país en general, particularmente en la oposición, otro momento de alta conflictividad fue el 2017, el cual dejó como resultado un débil equilibrio entre las partes involucradas que hacia finales de 2018 luce estable. Desde esa perspectiva pudiera esperarse que para el 2019 poco cambie, más allá de la tensión propia entre adversarios que se necesitan mutuamente, no por complicidad, sino porque al no poder imponerse es mejor mantenerse en equilibrio.
Ante el equilibrio existente, el cual se sostiene sobre una fuerte tensión de intereses, cualquier evento puede romperlo, lo que desencadenaría un nuevo conflicto, y este a su vez llevaría a un nuevo equilibrio. Ese cambio es cada vez más apremiante para quienes desean un país orientado hacia la modernidad, pues las estructuras que lo mantienen en la premodernidad se han ido fortaleciendo, y si estas logran establecerse se pudiera consolidar un equilibrio que mantenga a Venezuela lejos de cualquier ruta de progreso por muchos años. Esos eventos que rompan el equilibrio son impredecibles, son como gotas que no se sabe cuándo desbordarán el vaso.