Un nuevo tirano

Venezuela no necesita un nuevo tirano, sino un estadista verdadero que nos conduzca al siglo XXI. Ningún tirano pues, merece tener en sus manos el destino del pueblo venezolano

En 1826, Venezuela  sufrió una crisis política de trascendental importancia en nuestra historia. En marzo, la Cámara del Senado de Bogotá suspendió del cargo de comandante general del Departamento de Venezuela, José Antonio Páez. Las municipalidades de Valencia y Caracas se opusieron y lo restituyeron como jefe civil  y militar de Venezuela. Santander  lo declara en rebeldía. Se había iniciado “La Cosiata” que devino tres años después en la separación de Venezuela de la Gran Colombia. 

Ante ello, Bolívar desde Lima decide regresar a Venezuela, para “evitar la guerra civil, que al fin vendrá a ser el resultado de las opiniones que dividen al país si se dejan correr sin orden ni objeto…”, como lo expresa  en la carta a Urdaneta. Decide entrar a la patria por Maracaibo, como base para la acción que se proponía sobre Venezuela. Expresa: “vengo lleno de celo a consagrarme a la voluntad nacional: ella será mi  código, porque siendo el soberano es infalible”. En 2017, Venezuela sufre otra crisis política que nos tiene al borde de la guerra civil, en medio de opiniones que dividen al país, y que nos están dejando  “sin orden ni objeto”. Pero ahora no vemos a nadie con suficiente talla moral que pueda consagrarse a la “voluntad nacional” sino al contrario, a violarla, a menoscabarla. 

En 1826 , en medio de aquella crisis, desde Maracaibo, Bolívar expresó en inolvidable proclama: “Ofrezco solemnemente llamar al pueblo para que delibere con calma sobre su bienestar y su propia soberanía” . “Allí el pueblo ejercerá libremente su omnipotencia, allí decretará sus leyes fundamentales. Hoy en cambio, un hombre mediocre, pretende desconocer la “voluntad nacional” en medio de esta grave crisis, apelando a una Asamblea Constituyente fraudulenta, que nadie quiere y que se burla de la soberanía popular, sin resolver ninguno de nuestros urgentes problemas. 

Cuando un hombre que se cree poderoso se pone en lugar del pueblo y usurpa su potestad, para el Libertador simplemente es un tirano, así como para la gran mayoría de los venezolanos, que bien sabemos qué nombre tiene el de hoy: Nicolás Maduro. Ningún tirano pues, merece tener en sus manos el destino del pueblo venezolano, solo aquel ciudadano, que por el voto universal, directo y secreto el soberano escoja, lo antes posible, para enfrentar esta crisis que nos agobia. Basta ya de  distracciones fraudulentas como la de una Asamblea Constituyente innecesaria y tramposa, que agravará nuestros graves problemas. Venezuela no necesita un nuevo tirano, sino un estadista verdadero que nos conduzca al siglo XXI. 

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