Parece
Qué se puede decir de un país donde los vecinos salen en las mañanas, todos somnolientos, con el cepillo de dientes en la mano para que el bodeguero le venda una untada de crema para asearse la boca, servicio que tiene el valor de un inservible billete de 100 bolívares “fuertes”.
Y luego, ese mismo vecino una vez que se baña con unos potes de agua porque del grifo de sus baños lo que sale es puro viento, regresa a la misma bodega para que le vendan una untada de desodorante o una rociada, según sea el caso, o si no, sale rogando a Dios que lo proteja del mal olor de sus axilas.
Parece una mamadera de gallo como decimos los maracaiberos, pero es una lamentable realidad que se vive en el día a día de buena parte de las barriadas de Maracaibo, donde también detallan aceite, salsa, y otros en sobres plásticos, y con seguridad que esta triste situación debe repetirse a lo largo y ancho del país, porque se trata de una catástrofe nacional que nos ha traído el régimen de Nicolás Maduro, como parte del gran legado que le dejó su mentor, Hugo Chávez.
Ahora en la Venezuela que recibió en los últimos 10 años una colosal fortuna de un millón de millones de dólares, que convertidos en billetes de 100 bolívares se puede hacer una cola que le dé la vuelta a la luna, no tenemos ni para traer alimentos, ni medicinas, ni cauchos, baterías y repuestos para el parque automotor.
Es la Venezuela revolucionaria donde la mayor parte de la gente se tuvo que quedar en sus casas durante el asueto de Semana Santa, a pesar que la propaganda gubernamental dice que más de 12 millones de personas se movilizaron, porque los sueldos no alcanzan ni para comer, y en lugar de la tradicional costumbre religiosa de visitar los siete templos, se dedicó fue a visitar siete supermercados para ver si podía obtener un triste paquete de harina de maíz, arroz, azúcar, pastas, o enseres de uso personal .
Entonces qué es lo que se puede decir de un país donde la mayoría de la población pasa hambre porque han tenido que reducir su dieta alimentaria, porque no les da la vida, y donde una gran mayoría ya tiene que conformarse con meterse por el pecho, tres veces al día, lo que han llamado las ”resbalosas” que no es otra cosa que dos arepas con margarina.
No se puede decir otra cosa que se trata de un país en ruinas, gracias a una revolución que acabó con la base económica e industrial del país, pero que al mismo tiempo sus principales personeros dilapidaron y promovieron una nueva clase social, los boliburgueses, que se robaron esa fabulosa fortuna de un billón de dólares y viven la vida loca, porque para los demás “ser rico es malo”.