Resulta doloroso afirmar que en Venezuela padecemos de una inmunidad manifiesta al asombro, curtidos ante tantos sobresaltos. No sé si en Escocia, Rusia, Austria o EEUU hayan quedado boquiabiertos tras el anuncio efectuado esta semana
Por más que estas errantes modas sonoras, desentonen sus mensajes o carguen de estruendo las radios, con extraños compases, retumbos estridentes o sonidos imprecisos, no podemos prescindir de la música.
Por eso, cuando falleció el maestro José Antonio Abreu, quien tuvo la solemnidad de fundar el Sistema Nacional de Coros y Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela, generó una impresión desconcertante y un luto inmediato en todos aquellos que valoramos las raíces culturales de una patria que hoy ha perdido sus arpegios.
Pero saltó la duda sobre quién asumiría sus postulados musicales y le daría continuidad a una imponente institución, con más de 40 años diseminando el arte en tantos niños y jóvenes de nuestro país. Resulta doloroso afirmar que en Venezuela padecemos de una inmunidad manifiesta al asombro, curtidos ante tantos sobresaltos.
No sé si en Escocia, Rusia, Austria o EEUU hayan quedado boquiabiertos tras el anuncio efectuado esta semana. Lo informaron con el escándalo ceremonioso acostumbrado y a voz en cuello, para no dejar duda de la admirable desfachatez de este Gobierno: Delcy Rodríguez, presidenta de la maltrecha ANC, sería la directora. Pero a la par, Nicolás Ernesto Maduro Guerra, un hombre con más fachas de una ociosidad insolente, que de heredero de unas de las instituciones más respetadas del globo terráqueo, tomaría la batuta -junto a Rodríguez-, de un programa de enseñanza musical de tanta valía internacional.
El retoño del mandatario venezolano sólo es reconocido por tener una dispendiosa vida de lujos, Su ignorancia sin miramientos, poco se le puede comparar al ingenio de Abreu, quien siempre tuvo los buenos talentos y la disciplina para edificar un modelo orquestal que le mereció el premio Príncipe de Asturias y el reconocimiento de la Unicef. Tanto Delcy Rodríguez como “Nicolasito” no tiene un milímetro de conocimiento musical y mucho menos los grandes oficios de lograr obras intachables, como un sistema orquestal copiado por más de 40 nacionales.
Sin duda que la posición del Presidente de considerar a los emigrantes venezolanos como lavadores de pocetas e inodoros en el extranjero, no sea tan discordante e inadmisible como entender que su hijo, quien no tiene el talento ni para lustrar un zapato, pudiese dirigir con astucia este gran Sistema de Orquestas.