Mientras
Los días transcurren y la búsqueda de soluciones a los problemas que vive el país, no avanza. El diálogo que debió arrojar algunas luces ha fracasado. El Gobierno con la mayor responsabilidad en impulsarlo ha tomado decisiones, en materia preelectoral que no han contribuido a crear las condiciones favorables al mismo. Esta situación en los próximos días se agravará cuando la Sala Electoral del TSJ decida sobre la solicitud que harán los partidos minoritarios afines al Gobierno para rechazar el proceso de certificación y validación de firmas para la legalidad de las organizaciones políticas. Esta decisión se espera sea favorable a dicha solicitud, provocará el aplazamiento indefinido de las elecciones regionales, creándose una mayor conflictividad política. El país está sometido por una camisa de fuerza. Mientras el Gobierno se bate en el escenario internacional para enfrentar la decisión del gobierno de los Estados Unidos, contra el vicepresidente de la República, los venezolanos continúan desesperados buscando qué comer en los desechos de la basura. Para el pueblo su principal preocupación es resolver sus necesidades de sobrevivencia y nada distinto lo desviará de esa ruta.
Es inaudito que escuchemos a voceros oficiales hablando con un ensayado optimismo de la existencia de una política económica exportadora, por lo que preguntaríamos y ¿qué exportan?, ¿será que lo están haciendo con parte de lo que importan? La industria automotriz y alimentaria están casi paralizadas. En alimentos como el maíz, el trigo, el arroz, los granos todo es importado y la leche en polvo desapareció, al igual que los artículos de aseo personal. La escasez goza de buena salud y prosperidad. El Gobierno no entiende ni admite que la prioridad de su gestión debe estar dirigida a resolver la crisis alimentaria, lo que implicaría entrarle de frente al logro de soluciones.
La política de imprimir irresponsablemente más dinero inorgánico nos asegura ser el país con la inflación más alta del mundo, título que hemos adquirido sin acudir a ninguna olimpiada. ¿Por qué cuesta tanto gobernar con el sentido de la lógica, la que nos señalan las leyes de la economía? ¿Cuál es la prioridad? Sostener a como dé lugar un proyecto ideológico fracasado, que solo garantiza hambre y represión o procurar la felicidad plena del pueblo? ¿Quién responde?